GEOMETRÍA VARIABLE

La contorsionista panza arriba

Cuando el oficio de parlamentario no logra compensar lo disparatado del programa

JOAN TAPIA

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Confieso que me costó vencer el hastío intelectual durante el discurso de investidura del lunes. ¿Cómo podía el 'president' insistir sin la más mínima vergüenza en la peregrina idea del mandato democrático con el 47,8% de los votos? ¿Cómo afirmar que la desobediencia al Estado de derecho, la rebeldía, es lo mejor para el país? ¿Cómo era tan simplista para argumentar que Catalunya es un país modélico y que todo lo negativo se debe a que el Estado español, una democracia de baja calidad, nos atropella con mala fe? ¿Cree que Jordi Pujol Ferrusola --que dijo en sede parlamentaria sin ser desmentido que era gran amigo de Artur Mas-- aprendió de Luis Bárcenas su profesión de “dinamizador económico”?¿No sabe que Bárcenas y Pujol júnior solo pueden 'triunfar' en dos ecosistemas similares?

¿Cómo no calcula que partir Catalunya en dos mitades --bien visibles en el Parlament-- no la refuerza frente a Madrid? ¿No es consciente de que el unilateralismo independentista compromete el autogobierno que CDC decía --hace poco-- que tanto nos había hecho progresar? ¿No puede darse cuenta de que colocar la independencia, a la brava, en el centro de la campaña electoral solo favorecerá a Mariano Rajoy y dará munición a las corrientes menos amables del PP y otros partidos?

Respiré cuando Carme Forcadell levantó la sesión. Junts pel Sí ha descarrilado porque se niega a ver que para su quimérico objetivo no tiene detrás ni a la mitad de los catalanes, ni una mayoría para gobernar (le faltan seis escaños para la absoluta) y que, además, la investidura de Mas es muy problemática. Difícilmente el partido que desalojó --sin miramientos-- la plaza de Catalunya en el 2011 tendrá el apoyo del quienes encarnan a los expulsados que poco después obstaculizaron brutalmente el acceso de los diputados al Parlament.

El martes hubo cambio. Inés Arrimadas le atacó cual 'destroyer' brillante, efectiva e incluso algo injusta. Miquel Iceta, con ironía corrosiva, le dio sin acritud un triple 'no': a la independencia, a la ilegalidad y a su liderazgo. Y Lluís Rabell subrayó el transformismo: de la abolición triunfal de sucesiones a la tan negada renta mínima garantizada. Pero Artur Mas no se hundió, sino que resurgió y se defendió como un contorsionista panza arriba. Con brillantez parlamentaria y sin perder cierta bonhomía. No ganó porque propone un disparate mayúsculo, pero se curró (es el verbo que eligió) la investidura. Por la tarde, Xavier García Albiol, que disparó a tope pero confundió el pacto de financiación del tripartito con el de CiU, le brindó momentos de mordaz brillantez y le permitió arrancar aplausos en su bancada.

Y entonces llegó el cortejo. El objetivo de Mas solo sería posible en un lamentable escenario kosovar, y lleva ya dos fallidas disoluciones. Pero tiene carácter y se sobrepone a la desgracia. Y es un gran táctico que disfruta mientras “curra”. Hoy el objetivo es seducir a la CUP; luego… Dios proveerá. Y no regateó esfuerzos, incluso bordeó el peloteo a Antonio Baños que citaba a Bakunin y a San Agustín. Como ha escrito Antoni Puigverd, “fue el típico teatro del enamorado que se humilla cuando su amada le rechaza”.

Ayer siguió, con desenlace desconocido, el pertinaz cortejo a los chicos de la CUP. Lo que quedó claro es que la maquinaria del Estado elevó el tono con la decisión unánime del Tribunal Constitucional. Estamos a 48 horas del choque de trenes, salvo que otras calabazas de la CUP paren el reloj. Mi impresión es que los maquinistas del 19% del PIB español (Junts pel Sí) no calibran que los del 81% restante quizá sean fachas --que tampoco-- pero sí son Estado y pesan cuatro veces más.