Las prioridades políticas en Catalunya

La izquierda ante el 27-S

La causa del soberanismo exige poner en primer plano el derecho a decidir, no la independencia

JORDI BORJA / JOAQUIM SEMPERE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Parlament declaró en su momento que Catalunya es una nación soberana. Aquella declaración la reforzaron las últimas elecciones al Parlament: las fuerzas que lo defienden suman el 70% de los diputados, buena base para ejercer presión a favor del soberanismo. Pero algunos optaron por poner la independencia en primer término, con el argumento de que, descartado por el Gobierno español el referéndum por el derecho a decidir, la única posibilidad era proclamar la independencia. Esta opción es ilusoria: la independencia, si no se consigue con medios violentos, debe conseguirse con negociaciones, y la mejor manera de obligar a España a negociar es reunir una mayoría suficientemente amplia para que sea difícil de ignorar .

Hoy el independentismo representa solo la mitad de la población: una fuerza bastante inferior a la que agrupa el derecho a decidir. Por ello, la política más realista es volver a poner en el centro de la lucha por la soberanía nacional el derecho de autodeterminación, más inclusivo. Favorecería todas las opciones catalanistas, incluida la independentista.

Si en las elecciones del 27-S no se logra una mayoría de diputados por la independencia, es previsible que desde España se considere un fracaso de Catalunya: el frente independentista está a punto de marcarse un gol en propia puerta. Para evitarlo hay que poner en primer término el derecho a decidir y no la defensa de la independencia inmediata.

En lugar de plebiscito, cada formación podría presentarse a las elecciones con un compromiso común de defensa del derecho a la autodeterminación. Si se aceptara un compromiso así, se haría visible la amplia unidad del pueblo de Catalunya en torno a este punto.

La fórmula concreta de una nueva relación con España -sea la independencia o cualquier forma de asociación confederal o federal- deberá ser resultado combinado de negociación con el Estado y de consulta referendaria. El tema es lo suficientemente importante para que la consulta al pueblo de Catalunya sea obligada. Las izquierdas en general, favorables o no a la independencia, deben dejar bien claro que la defenderán si esa es la decisión que salga de un referéndum.

El proceso no se puede reducir a negociaciones y consulta sobre la relación Catalunya-España. Hay también un amplio debate social sobre qué Catalunya queremos, como preparación del proceso constituyente que habrá que poner en marcha tan pronto haya hecho efectivo el derecho a decidir. Un derecho que comprende todos los aspectos de la vida social y económica que hoy están determinados por el el gran capital. Una declaración unilateral de independencia hecha por el Parlament sería un acto simbólico sin efectos prácticos que dividiría al pueblo de Catalunya y pondría una buena parte de los sectores populares ante el dilema entre ser solo catalán y ser catalán y español. La opinión no independentista se debe tener en cuenta. Alejar el peligro de rotura según líneas étnico-lingüísticas es un imperativo categórico.

Fin del régimen del 78

El ejercicio efectivo del derecho de autodeterminación solo puede concretarse en un referéndum vinculante. Para que lo sea, se necesitan condiciones institucionales previas. Esto incluye el reconocimiento constitucional español del derecho de Catalunya a la soberanía, incluyendo la separación. Pretender que podemos hacer el camino ignorando la organización institucional española no lleva a ninguna parte. Esto no significa subordinar el proceso catalán a la evolución política española. Hay que promover una presión permanente para la autodeterminación de Catalunya, porque ninguna fuerza en España estará dispuesta a aceptar la soberanía de Catalunya si la voluntad popular no se manifiesta con el vigor suficiente.

El proceso soberanista catalán es una parte de la crisis del régimen español de 1978 y de la crisis del autonomismo. Si, como es previsible, el viraje de la política española hacia la izquierda debilita los rasgos más reaccionarios de los gobiernos de estos últimos años, la causa de Catalunya saldrá beneficiada. La apuesta que la izquierda debería hacer es a favor de este viraje, frente a la apuesta de algunos independentistas de cuanto peor, mejor, bajo el supuesto de que cuanto más centralista y autoritario sea el Gobierno, más excitan las ansias independentistas. Los sentimientos no son como las trompetas de Jericó: por sí solos no hacen derrumbarse ninguna muralla ni derriban ningún régimen. La causa del soberanismo de Catalunya saldrá beneficiada del derrumbe del régimen de 1978. No podemos estar indiferentes.

Firman este artículo junto a Jordi Borja (urbanista) y Joaquim Sempere (sociólogo), Joan Busquet (periodista), Anna Camps (catedrática de Didáctica de la Lengua) y Dolors Comas (antropóloga).