Pequeño observatorio

Ítaca, Ítaca... Lo que cuenta es llegar

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Leo en este periódico que Lluís Llach ha hablado en la sala Barts del aprendizaje a lo largo de nuestras vidas. Pienso que él y yo siempre nos hemos tenido afecto y respeto, y cuando estos dos sentimientos van juntos se produce una de esas relaciones que no se marchitan nunca. Aunque pasen meses e incluso años sin vernos. Además, compartimos en tiempos difíciles una actitud de lucha y de esperanza. Él con más potencia, no hace falta decirlo.

En el transcurso del diálogo en Barts, Albert Om le reprochó que en su canción Viatge a Itaca haya cambiado el acento de la i. No debería pronunciarse itaca, con el acento en la primera a. Ítaca es una palabra esdrújula, como tímida o árticaLlach se justificó diciendo que  «el acento musical estaba allí», y me parece que no. Yo he cantado -escondido en casa, claro- «... el viatge cap a Ítaca», y no encuentro ninguna dificultad ni de acento ni de métrica. Al contrario: el acento sobre la i me parece que encaja perfectamente con el verso y le daría una fuerza especial.

No haré la estupidez de pedir al querido Llach que nos encontremos en algún lugar discreto para cantarle aquel verso de la canción. Tiene otras cosas que hacer. En la entrevista me cita y dice que me pidió perdón. Hombre, Lluís, ahora te has pasado, como es moda decir.

Un artista tiene derecho a hacer las infracciones que quiera. Sobre todo si la infracción forma parte del éxito. Si un pintor coloca un ojo en un lugar incorrecto -como Picasso- y el resultado es un cuadro de éxito, un cantante también puede ser gramaticalmente incorrecto en un momento determinado si moviliza el entusiasmo o la emoción de quienes lo escuchan. Aunque las palabras esdrújulas tienen mucha fuerza: un calor tórrido, una relación íntima, una canción espléndida...

Un abrazo cálido, Lluís. Con la esperanza de que todos juntos lleguemos a Ítaca.