Las elecciones en Oriente Próximo

Israel, el cubo de Rubik electoral

Fiel a la histórica fragmentación, el Parlamento finaliza la legislatura con más partidos que en el 2009

Israel, el cubo de Rubik electoral_MEDIA_2

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PERE VILANOVA

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El sistema político israelí cumple este año su 65º aniversario y, por lo menos desde el punto de vista electoral, tiene una «mala salud de hierro», como el italiano. En teoría va mal, es inestable, pero acaban gobernando más o menos los mismos. Israel es un un caso extremo de «parlamentarismo fragmentado», pues el sistema electoral hace que al final, en el Parlamento haya entre 12 y 15 partidos, sin que ninguno no solo no logre la mayoría absoluta sino que no es fácil formar coaliciones estables de Gobierno. Es de los pocos casos de sistema parlamentario en los que se llega a votar cada decisión dentro del propio Gabinete.

EL ORIGEN DE todo ello, dice una leyenda, está en el momento fundacional del Estado, en el que la influencia británica fue muy determinante (en las mentalidades de los «padres fundadores»,Ben Guriony compañía). Decidieron, por ejemplo, no tener una Constitución escrita, sino regirse por leyes fundamentales (dispersas), precedentes judiciales, tradiciones tipocommon law, o adoptar parte de su sistema judicial. Se copió mucho, aunque no el sistema electoral, pues si se adoptaba el británico, habría mucha estabilidad gubernamental, pero solo dos grandes partidos. Se optó por un sistema proporcional integral, con el argumento de dar representación a la gran heterogeneidad de la diáspora. Con una sola circunscripción electoral (el país entero), con una atribución de restos que favorecía a los partidos pequeños, ese objetivo se cumplió más o menos, pero acabó necesitando retoques. Por ejemplo, el umbral mínimo para acceder a los escaños primero era cero, después el 1%, y ahora al 2%.

La otra parte del problema fue que durante décadas, hubo efectivamente dos grandes fuerzas electorales: laboristas y conservadores, con un partido religioso que hacía de árbitro (conseguía estar siempre en el Gobierno pues no había mayorías absolutas), y algunos pequeños partidos en cada polo, a la izquierda y a la derecha. Hasta 1977 mandaban los laboristas y la izquierda era mayoritaria, como lo era buena parte de la sociedad en Israel. Después, gobernó el Likud con sus propios apoyos, hasta 1992, donde los laboristas volvieron al poder, y con el colapso del proceso de paz de Camp David en el 2000, se pasó a otra etapa, que no es fácil de resumir.

El actual Parlamento expresa una elevada fragmentación, con un Likud (Netanyahu)en teoría muy fuerte, pero que en el 2009 llegó al Gobierno con solo el 21% de los votos y una coalición que incluye desde ultraderechistas (Libermann) hasta ultraortodoxos, y algunos laboristas que han organizado su propio funeral (comoBarak). Las encuestas, incluso coaligado con el ultraderechistaLibermann, no le dan mucho más. Donde hace tres décadas había un partido laborista y un Likud que, juntos, sumaban dos tercios de los 120 escaños, ahora hay al menos tres o cuatro de cada, con su cuota de centristas y partidos religiosos ultraortodoxos, además de las tres listas árabes. De hecho, el actual Parlamento, a su término, tiene tres o cuatro partidos más que cuando fue elegido en el 2009, por varias escisiones en curso. Donde antes había un partido llamado Israel es nuestra casa (extrema derecha), ahora hay otro más: Por la casa judía (el matiz no es menor), de la estrella ascendenteNaftali Benett, cuyo programa electoral es tan complejo como su único eslogan: no a un Estado palestino, nunca.

Por supuesto, los temas de fondo reflejan en esta ocasión un cambio profundo de consenso social, si se compara con hace 20 o 30 años. El muro ya no es tema de debate electoral, el llamado proceso de paz tampoco: el primero está para quedarse, el segundo no volverá.

Los asentamientos, son la política pública más continuista de todo Gobierno. Israel ya no tiene lo que en tiempos se percibía (con un sólido fundamento) como «amenaza existencial», a pesar de los (asimétricos) choques con Hamás, y como admiten en privado altos dirigentes militares y de inteligencia, Irán no lo es. Israel tiene una seria crisis social, y sus propios «indignados». Pero el último debate de fondo ha sido la ley tal, para ver si de una vez por todas los ultraortodoxos van a la mili, como todo el mundo.

EL SISTEMA electoral sirve más que nunca para que una multitud de grupos de presión (sefardís/ askenazis; rusos; colonos; ultraortodoxos de todos los grupos anteriores; un laborismo moribundo o mal enterrado) puedan tener capacidad de bloqueo en un Gobierno con cinco o seis partidos en su seno. Pero el hecho es que estas elecciones ya no tienen nada que ver con ningún proceso de paz, ni con ningún Estado palestino, la sociedad israelí (no solo su Gobierno) cree haber evacuado esa variable de la ecuación, instalada en una percepción mixta de victoria y vulnerabilidad. El tiempo nos dará la respuesta, pero sin prisas.