LA PARÁLISIS POLÍTICA ESPAÑOLA

¿A quién interesan unas terceras elecciones?

Parecemos abocados a unas nuevas elecciones bajo la premisa de que es el PSOE quien las quiere, cuando en realidad el más beneficiado sería Rajoy

Mariano Rajoy interviene en el pleno de su investidura fallida en el Congreso.

Mariano Rajoy interviene en el pleno de su investidura fallida en el Congreso. / periodico

ORIOL BARTOMEUS

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Tras la más que previsible derrota de Mariano Rajoy, el escenario político español quedará a merced del fantasma de una tercera convocatoria electoral, que los partidos se irán pasando unos a otros como la 'llufa' que nadie quiere. De ahí que lo más probable es que el debate se centre en quién es el culpable de la probable repetición electoral, quién se come el marrón, vaya, entendiendo que lo que sea señalado como culpable será posteriormente defenestrado, ya sea por las urnas o, si no se llega a las terceras elecciones, por sus compañeros de partido.

El principal acusado, a tenor de los editoriales, es Pedro Sánchez, culpable del delito de bloquear todo el sistema con su persistente negativa a apoyar la investidura de Rajoy. Del líder socialista se dice que mantiene su posición por "venganza personal", para evitar que los barones lo descabalguen de la secretaría general o por miedo a que Podemos quite al PSOE el liderazgo de la oposición. Las tres razones evidencian una sola cosa: Sánchez solo piensa en sus intereses, personales o de su partido, y no en el interés general. Por lo tanto, debe ser conducido a la hoguera lo antes posible por el bien del país.

LA IDEA DE SOLO DOS OPCIONES

Lo que se pide al PSOE (y no solo a Sánchez) es un auténtico harakiri, un suicidio colectivo a cambio de nada, porque en el sistema parlamentario español un presidente investido, a pesar de que no cuente con mayoría en el Congreso, puede gobernar a placer.

Se parte de la base de que solo hay dos opciones: o Rajoy o elecciones navideñas. Esta disyuntiva es intencionada. En Catalunya, una situación de bloqueo similar ( "o Mas o marzo") se terminó resolviendo con un cambio de candidato de la fuerza más votada, precisamente la solución que no quiere Rajoy. De ahí también el bloqueo. Al líder del PP ni se le pasa por la cabeza dar paso a otro dirigente para que intente ser investido.

La idea oculta de Rajoy es apurar el calendario. Ahora, las elecciones vascas y gallegas y después nueva investidura. Pero Rajoy sabe que esto es una cortina de humo para irse acercando a diciembre. En primer lugar, porque será muy difícil que los resultados de ambas elecciones cambien la posición de Sánchez, y porque los barones se protegerán de ser vistos como los que entregaron el PSOE al PP a cambio de nada. Es muy probable que el PP gane en Galicia, pero también lo es que pueda haber una mayoría de izquierdas alternativa. Y en Euskadi ya se verá, pero la dispersión del voto puede afectar a los populares y el supuesto de una mayoría constitucionalista es bastante improbable (sobre todo si se cuenta con Podemos).

Además, a Rajoy no se le escapa que octubre será un calvario para el PP y para él, ya que el día 4 comenzará la vista del 'caso Gürtel'. ¿Alguien se imagina al PSOE invistiendo Rajoy en el mismo momento que Correa y sus están declarando ante el juez? Difícil.

Así que Rajoy juega a acusar Sánchez de querer unas terceras elecciones cuando posiblemente sea él el más interesado en celebrarlas. ¿Por qué? Pues porque la alternativa es dejar paso a otro dirigente del PP que no esté tan manchado como él, alguien que venda renovación y savia nueva. La lista de candidatos es larga. Ahora bien, un escenario así es muy improbable por la demostrada resistencia de Rajoy y su núcleo duro. Hay que recordar que el líder popular ha sobrevivido a un golpe en toda regla de Esperanza Aguirre, a los ataques de Aznar y al intento poco disimulado de los 'sorayos' para defenestrarlo después del 20-D.

BUSCAR LA VICTORIA POR AGOTAMIENTO

Si lo dejan, el plan de Rajoy es o que le entreguen la investidura sin hacer ninguna concesión, o llegar hasta diciembre dejando claro que la culpa es del PSOE, porque es incapaz de echar a Sánchez. El primer escenario es difícil (es poco probable que Susana Díaz 'mate' a Sánchez para inmolarse acto seguido), por tanto se impone el segundo. Terceras elecciones en las que Rajoy volverá a poner en solfa el 'rally around the flag' para movilizar a los suyos y vaciar el espacio de C's, además de contar con la desmovilización de una parte de la izquierda. Terminaría derrotando a los adversarios (internos y externos) a la 'forma Rajoy': por agotamiento, sin haberse movido ni un palmo desde el 20-D.

La alternativa es la constitución de una mayoría distinta a la del PP, pero es extraordinariamente complicado, aunque a favor juega el miedo tanto de Ciudadanos como de Podemos a una nueva convocatoria electoral. Los de Rivera ya sufrieron el voto útil el 26-J y unas nuevas elecciones podrían remachar este movimiento (de ahí el interés de Ciudadanos para investir a alguien, aunque sea a riesgo de perder la propia credibilidad). Los de Iglesias comprobaron el 26-J que el suyo es un voto de empuje y que sólo funciona cuando se lo mantiene en tensión, por lo que se desinflando a medida que pasa el tiempo y los ritmos se desaceleran.

Así pues, a pesar de sorpresas de última hora 'estilo Puigdemont', ataque de egocentrismo suicida de Díaz o fiebre de generosidad de Rajoy, parecemos abocados a unas nuevas elecciones bajo la premisa de que es el PSOE quien las quiere, cuando en realidad el más beneficiado sería Rajoy.

Tres ideas finales para reflexionar. Primero, el consenso del 'establishment' en el reparto de culpas en caso de repetición electoral, que pone de manifiesto una progresiva inclinación del bando lampedusiano hacia posiciones inmovilistas. Segundo, ligado a ello, las dificultades de construir una plataforma de cambio frente a las tesis de continuidad, a pesar de que la opción de cambio es ampliamente mayoritaria electoralmente y parlamentaria. Y finalmente, la idea de la acción política como espejismo de movimiento. En un contexto social y económico gripado, la política parece tener como función hacer ver que las cosas se mueven, crear la ilusión entre la ciudadanía que avanzamos (en Catalunya clarísimamente), o que se quiere avanzar y hay quien no deja (en España). Para pensar en ello.