Inundaciones en Bolivia: más allá del cambio climático

LLUÍS BASTEIRO

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300.000 personas tienen hoy, en la Amazonía boliviana, sus casas, terrenos de cultivo o ganado bajo el agua. Las mayores inundaciones en mucho tiempo (difícil de cuantificar), han asolado esta región del país. Por supuesto, tertulianos, medios de comunicación e instancias gubernamentales han imputado automáticamente el fenómeno al cambio climático. Y así es: la concentración del periodo de lluvias y la creciente intensidad de éstas apuntan invariablemente al cambio climático.

Sin embargo, no se puede olvidar que existen otros factores que están favoreciendo dichas inundaciones. Uno de ellos la acelerada y descontrolada deforestación que sufre el país, 3.000 kilómetros cuadrados anuales, casi el 10% de la superficie de Catalunya. Y otro, la urbanización espontánea en zonas relativamente inundables, con una escasa planificación territorial.

Por otra parte, un nuevo factor se está abriendo paso, de forma todavía tímida, para explicar las inundaciones: las presas brasileñas de Jirau y S. Antonio. Estas presas, construidas precisamente con financiación del Banco Santander, están situadas muy cerca de la frontera con Bolivia, sobre el río Madera. Y por el río Madera desagua toda la cuenca amazónica boliviana, con una superficie mayor a la de España. Además, ya de por sí se trata de una cuenca de drenaje especialmente difícil, pues en ella se encuentra la llanura de Moxos, la mayor superficie inundable de toda la Amazonía. Por tanto, se puede intuir que disponer dos presas en este río (más otras dos que están en camino) no puede sino dificultar su drenaje e incrementar las inundaciones aguas arriba; es decir, en Bolivia.

Aunque más que intuición, se puede hablar prácticamente de certeza; algunas ONGD e instituciones vinculadas a la universidad han realizado modelizaciones hidráulicas y estudios de dinámica fluvial, que en todos los casos muestran un aumento de las inundaciones como consecuencia de la construcción de las presas. La teoría es relativamente sencilla: las presas reducen la pendiente del río, y por tanto su velocidad. Así, para transportar la misma cantidad de agua, el mismo caudal, el río necesita aumentar su altura y, consecuentemente, aumentar la superficie inundada. Todo ello agravado por el aumento de sedimentación en el fondo del río, debido a la pérdida de velocidad, lo que a su vez exige que el río aumente más su cota… un círculo vicioso. Quizás en nuestros ríos peninsulares el efecto no sea tan notable, pero en los caudalosos y planos ríos amazónicos el efecto se puede notar, y de hecho se nota, a centenares de kilómetros aguas arriba de las presas.

Hace una semana, el gobierno de Bolivia ordenaba que se realizase una investigación sobre los efectos de dichas presas en las actuales inundaciones. Algo tarde. Las presas ya están allí, turbinando todo lo que pueden en beneficio del capitalismo amazónico. Los estudios, concluyentes, que en su día se elaboraron sobre los efectos de la construcción de las presas fueron obviados y ninguneados, y los intereses energéticos de Brasil no tuvieron ningún problema en prevalecer sobre los intereses de la población amazónica boliviana, básicamente centrados en su subsistencia. Por supuesto que el cambio climático también está detrás de estas inundaciones, pero ha encontrado grandes colaboradores en la gula energética de Brasil y la indiferencia de Bolivia ante las voces que avisaban de los impactos de las presas.