La rueda

Intercambio de parejas de casas

JULI CAPELLA

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Uno de los eslóganes más desafortunados del mundo hotelero es Siéntase como en su propia casa. Con los nenes correteando, la abuela con la radio, el periquito cantando y el baño ocupado. No, definitivamente cuando uno está de viaje prefiere algo mejor, o cuando menos diferente. En la variedad está el gusto. Y puestos a experimentar nuevos escenarios, qué mejor que el intercambio de la propia casa. Colarse en una intimidad ajena pero voluntariamente aceptada y a cambio mostrar la tuya. Las ventajas son enormes, y no solo económicas. Vives con más intensidad el lugar y te integras mejor en el barrio. No te sientes como un borreguito al salir del hotel para ir resiguiendo el circuito turístico oficial. Es también una saludable apuesta ecológica, y sobre todo una experiencia fraterna. Escapas de la mercantilización omnipresente ejerciendo libremente el trueque.  A menudo se crean lazos de amistad.

El intercambio de hogares, como el de parejas, es delicado, solo funciona con química mutua. Y eso es harto difícil. Una pareja de grafistas barceloneses han creado un instrumento para ayudarte en la elección (www.behomm.com), que se expande internacionalmente. Su especificidad es acotar la oferta a la comunidad de artistas, fotógrafos y diseñadores. Con lo cual la afinidad es más probable, creándose de antemano un clima de confianza. Interconectar comunidades naturales es sin duda una idea feliz. Por ejemplo, médicos, gourmandslletraferits, deportistas… Aunque también tendría morbo saber cómo se vive durante una semana en la casa de un cocinero chino o una peluquera del Bronx. Durante las fiestas navideñas retumba insistentemente el «vuelve a casa por Navidad», pero hay otras casas por todo el mundo que también pueden ser tu hogar. Gratis y con sorpresa asegurada.