DOS MIRADAS

La intensa seducción de la Boqueria

El mercado se ha convertido en visita imprescindible de todo turista

De catedral a Cafarnaúm La intensa seducción de la Boqueria Una parada de nada_MEDIA_1

De catedral a Cafarnaúm La intensa seducción de la Boqueria Una parada de nada_MEDIA_1

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La Boqueria se ha convertido en visita imprescindible de todo turista. Se estima que 70 millones de personas se pasean al año entre sus paradas en busca de los mejores productos o las fotos más exóticas.

'DE CATEDRAL A CAFARNAÚM', POR JOSEP MARIA FONALLERAS

¿Cuál es la diferencia entre un parque temático que imita la realidad y una realidad que se acerca peligrosamente a un parque temático? Es simple. En el primer caso, existe la posibilidad de no pagar la entrada y vivir tranquilamente en un rancho aparte, sin pisar nunca el dichoso parque. En el segundo, es más difícil no vivir, o no pasar por ahí cada mañana sabiendo que el mercado de toda tu vida se está convirtiendo en un reclamo, en un párrafo más de la guía, en un recinto donde ya no se ven capazos sino móviles, donde ya no hay palabras sino retratos. Antes uno iba a la Boqueria a visitar la parada de Petràs, a comprar unos percebes y a darse una vuelta por las verdulerías para sumergirse en la hortofruticultura. Ahora, todo eso tiende a convertirse en un vaso de plástico con trozos de piña o mango o un recipiente, también de plástico, con jugos diversos y extraños y tropicales. Y una foto ante lo típico al que solo le faltan los aborígenes típicos, que es lo que el futuro nos depara: estar ahí para que no solo haya plástico y frutas cortaditas y fotos ante, bajo y con el escudo municipal, sino auténticos habitantes de lo que fue auténtico para que haya constancia que ahí hubo algo más que un parque temático. Seremos un atrezo más de la función, cada uno con su papel aprendido según el guion. De ce a ce. Si la Boqueria fue una catedral, ahora es un Cafarnaúm.

'UNA PARADA DE NADA', POR EMMA RIVEROLA

Pero es que yo necesito abrir una parada. No se ponga nervioso, no me cuente otra vez lo de las solicitudes y las normas. Si me deja explicarle, le parecerá hasta necesaria. ¿Sabe de qué será mi parada? De nada. Sí, ha oído bien. Una parada de nada. Con preciosos frascos de nada. Y envases ecológicos de nada. Incluso surtidos de nada. ¿Se imagina? En medio del exceso, una isla de nada. Los clientes se plantarán delante de mí, con sus carritos repletos de todo, sin saber muy bien qué hacer con mi nada. Los turistas se harán selfis para, después, contemplar desconcertados la nada que les rodea. No disimule, está empezando a interesarle. Incluso es posible que sienta una cierta inquietud. Como asomarse a un abismo. O tropezarse con una página en blanco en medio de una novela. O contemplar el temblor de una manecilla que no acaba de llegar a su hora. En mi parada de nada, el tiempo y el movimiento se detendrán. También le atacará algo parecido a la soledad. ¿Se imagina sentirse solo en la BoquerIa un 28 de julio? No podrá resistirse. Y alargará la mano hacia un frasquito. Seguro que elegirá el azul. Aún tardará unos segundos, pero al fin lo abrirá. Y contendrá el aliento. Quizá incluso cierre los párpados. Entonces lo percibirá. Como nunca antes. Como no había imaginado. Al fin, en un silencio infinito, sentirá el latido de la ciudad. Y sí, lo ha adivinado, eso es todo. Todo.