Insulto

Para algunos, no se entiende la tibieza de la izquierda no adherida al independentismo. ¿Cómo no comulgar con la oportunidad de empezar de cero con un nuevo país? Para otros, no se comprende el seguidismo de la izquierda aliada de la derecha de Mas. ¿Cómo creer en una nueva Catalunya cuando quien se postula como presidente representa décadas de corrupción? Los interrogantes se multiplican ante la voluntad de Junts pel Sí de no presentar un programa social. Por mucho que vistan las elecciones de plebiscito, después del 27-S se formará un Parlament. Y si consiguen la mayoría, ¿qué política aplicará el Govern de Mas cuando la hoja de ruta independentista se convierta en una carrera de obstáculos topando una y otra vez con la legalidad española y la indiferencia calculada de Europa?

No hubo pompa en la firma del decreto que marcaba como prioridad absoluta la lucha contra la desigualdad. No hubo conexión en directo de TV-3, ni masaje-entrevista a Mas, ni salón de Sant Jordi, ni pluma de las ocasiones históricas. Simplemente, porque nunca existieron ese día ni ese decreto. En los últimos años, unos recortes de sesgo ideológico han agravado la desigualdad. Ahora, Junts pel Sí acusa a todos los que no se sumen a su opción de hacer el juego al PP más reaccionario. Solo el espíritu más sectario, manipulador y chantajista puede dictar ese insulto a tantos que llevan décadas comprometidos con la dignidad de todos.