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RISTO MEJIDE

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Ante todo, muchísimas gracias por haber elegido a tu pareja como principal objetivo de tu cabreo, tiempo libre y mala leche. En tu entorno sentimental se trabaja sin descanso día y noche para darte la mejor asistencia en lo que a peleas públicas y privadas se refiere. Esperamos que disfrutes de tu discusión.

Antes de batiros en duelo, será mejor que compruebes que ambos tenéis las pilas bien descargadas. Los momentos de máximo agotamiento suelen ser más propicios para que la discusión brille en todo su esplendor. Si aún os queda algo de energía, mejor esperad a que se os vacíe del todo, así como que lo notaréis más. Una dura jornada de trabajo, algún hijo con ganas de liarla, una mudanza, testigos incómodos o una visita inesperada de algún familiar a última hora del día suelen ser factores que aceleran el proceso.

Piensa que tu pareja te adora y por lo tanto querrá lo mejor para ti, incluso si se trata de discusiones intentará seleccionar sólo las mejores, las más intensas y memorables, y siempre por tu bien.

El inicio de la pelea deberá ser insignificante. Recuerda, el motivo no lo es todo, y no hay nada como discutir por nada. Cuanto más irrelevante el punto de partida, mayor la creatividad de vuestros argumentos. Y si no hay motivo, mejor que mejor, porque siempre hay un tono. Si no es el qué, será el cómo. «No me hables así», «odio cuando pones esa voz» y frases similares constituyen un excelente principio del fin. Suelta dos o tres bien espaciadas y siéntate a esperar.

Una vez prendida la mecha, hay que saber rodearla de explosivos. Los que mejor funcionan ya están estudiados, no vale la pena innovar. El silencio administrativo actúa en estos casos como puro TNT. A medio camino entre la indiferencia y la indolencia, saber callar para cabrear al otro es infalible en el fino y delicado arte de la demolición de parejas consolidadas. Ah pero te da todo igual. Ya veo ya. No me escuchas. Si es que el problema es que no me escuchas.

Después hay que saber colocar la metralla, tan importante como fácil de identificar. Suelen ser frases que empiezan por «Tú siempre» y «Tú nunca». Componentes fundamentales para invalidar y paralizar al otro haciéndole desistir ante cualquier posibilidad de cambio, mejora o rectificación. Además, como todo el mundo sabe, en callejones dialécticos sin salida, todo como que retumba mucho más.

A la hora de planificar daños colaterales, ten en cuenta que la detonación más descontrolada es la que arranca en vuestro pasado. Tira de hemeroteca, saca titulares de contexto y comprueba en pocos segundos cómo el remolque de los reproches no se detiene ni aunque alguien pise el freno de la reconciliación. Como el pasado siempre durará más que el presente y encima no se puede cambiar, eso no habrá ya quien lo arregle.

Por último, si ves que algún momento decae la intensidad de la deflagración, acuérdate de los terceros. Vecinos, familiares, tertulianos, gente que pasaba por ahí. En el mejor momento de la discusión siempre es útil hacerle ver a tu pareja que la opinión de cualquier otro siempre es más importante que la suya. Eso suele acabar con toda posibilidad de paz, por pequeña que sea.

A lo largo del proceso, es muy importante que mantengáis en mente que, según un informe publicado por The Times of India, la pareja media discute 2.455 veces al año, es decir, unas siete  veces al día. Y vosotros no vais a ser menos. Ah, ¿que ya habéis discutido hoy? ¿Sí? Pues venga, que os quedan otras 6.

Al final, sea como sea, intenta evitar por todos los medios ponerte en el lugar del otro, tratar de entender por qué te dice lo que te dice y colocar sus palabras en su contexto y circunstancias actuales. Recuerda, el único mecanismo a evitar es contar hasta 10 antes de intervenir y la única palabra prohibida es perdón.

Si seguís estos sencillos consejos y practicáis todos los días, os garantizamos una vida llena de emociones fuertes, poquísimas oportunidades de aburriros y algún que otro polvo de reconciliación.

Ahora bien, si en algún momento veis que las discusiones os duran cada vez menos y pierden intensidad, dejad enseguida la relación. Eso sólo puede significar dos cosas.

O bien ya os da todo igual.

O bien os habéis empezado a querer de verdad.