El turno

'Inside Mas' y el pasmo ante la indignación

LLUCIA RAMIS

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Si algo deja al descubierto la película Inside Jobes ese rostro. Lo que desencaja a los máximos financieros no es que les estén llamando ladrones. Lo que los desconcierta es que el mindundi que los entrevista no entienda el valor de su trabajo, los esfuerzos que han hecho para salvar su empresa y, de paso, al mundo entero. Esa es la incredulidad perlada en su frente. Ese, el rostro del estupor.

El miércoles vimos cómo aJoan Boada se le ponían los pelos de punta, pero solo nos fijamos en que se los habían coloreado con espray

-para que luego digan que los manifestantes no pintan nada-.Montserrat Turasiempre podrá decir que su chaqueta es de diseño exclusivo hecho a mano o Desigual. A las puertas del Parlament, percibimos el asombro de casi todos los políticos al comprender que los indignados lo están de verdad. Recordaron de repente que ellos tampoco pueden ir al trabajo; porque no lo tienen.

Sin embargo, alpresidentno lo despeinaron ni las hélices. Pasaba por encima y demostraba su superioridad accediendo al pleno para los recortes sociales en un helicóptero pagado con dinero público. Como si esos revoltosos que utilizaban a su manera la contundencia deFelip Puig fueran en realidad militares sitiadores. Cuando por fin dio la cara, lo hizo para estipular qué es violencia legítima y qué lo políticamente incorrecto. No había en su semblante atisbo alguno de perturbación.

El uso de la fuerza es precisamente lo que ha sembrado la antipatía entre los simpatizantes del 15-M. Su discrepancia con los «ilegítimos» métodos de protesta pone en peligro la utopía, la agresión no les representa.Artur Mas,en cambio, pidió que fuéramos comprensivos si se veía obligado a desenfundar las porras.

Esta sigue siendo la diferencia entre la clase política y los demás, a quienes tratan como si no tuvieran clase. Con un as en la manga, mejor pon cara de póquer. La alternativa es que se te quede cara de gilipollas.