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ISABEL COIXET

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Rememorando las películas que me marcaron el año pasado, recuerdo caras, melodías e instantes absolutamente remarcables. Quizá la película más redonda del 2014, la que recuerdo cada vez que alguien me pide una recomendación, es 'Ida'. Una película polaca, en blanco y negro, que cuenta aparentemente la historia de una joven novicia en la Polonia de los años 60. Es una cinta de una perfección tan apabullante, tan limpia, tan rotunda, que, salvo por los consabidos críticos perezosos (en su mayoría británicos, una raza que detesta especialmente todo el cine que no se hace en Gran Bretaña) nadie ha podido encontrarle ningún pero. 

No quiero destripar el filme a quienes no lo han visto (y correrán a hacerlo después de leerme, no lo dudo), pero las elipsis que cuentan el suicidio de uno de los personajes constituyen una de las mejores secuencias de la historia del cine. Y no me estoy pasando, créanme. Estará nominada al Oscar, quizá no lo gane, pero debería ganarlos todos, incluido el de efectos especiales y animación.

‘20.000 días en la Tierra’, la película con y alrededor de Nick Cave, es quizá la más estimulante del año pasado. Cuando termina, uno se siente próximo a Nick Cave, al acto de la creación, al magma de donde salen las ideas, los dibujos, las melodías, los versos, las películas... Y hasta a Kylie Minogue.

Un rostro para recordar y el actor que este año, me juego lo que sea, va a ganar el Oscar al mejor actor de reparto es Mark Ruffalo por su papel en 'Foxcatcher'. El largo primer plano de Mark ante la cámara de vídeo intentando decir lo que el operador de cámara quiere que diga sobre el coach Dupont es una demostración de su enorme valía como actor y de cómo no hace falta interpretar a personajes atormentados, con enfermedades o minusvalías para tocar el alma del público. Increíble secuencia en una muy interesante e inquietante película que, una vez más, viene a probar algo que todos sospechamos: que a los ricos, por muy imbéciles que sean, la gente les sigue la corriente. Hasta que ya no se puede más.

Otro rostro fascinante: el de Dorothy Atkinson, la actriz que interpreta a la criada del pintor Joseph Mallord William Turner en la película de Mike Leigh, 'Mr. Turner'. Toda la humanidad que le falta al personaje del pintor (que no al actor que lo interpreta, el formidable Timothy Spall) la tiene el personaje de su ama de llaves. Apenas dos o tres frases en toda la película y las manchas de soriasis que progresivamente cubren su rostro bastan para que veamos el alma de esta pobre mujer, menospreciada y apartada de todo por el genial artista. El plano final, con ella encorvada, enferma y sola deambulando por el estudio del pintor, es el más singular y estremecedor de una película inundada de crepúsculos y gruñidos.

Quizás el cine haya muerto, pero las películas siguen más vivas que nunca.