OPINIÓN

Innovar desde el olimpo

OLGA GRAU

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Un día Facebook, Google, Yahoo, Microsoft o Apple fueron empresas rompedoras y revolucionarias que inventaron algo que nadie había pensado antes. ¿Lo siguen siendo hoy o simplemente avanzan por el camino de la evolución de un concepto que un día crearon de la nada? Los grandes gigantes de Silicon Valley se hacen esta pregunta todos los días. Y muchas veces la respuesta no les gusta: «Ya no innovamos». O al menos, no de una manera disruptiva. No es igual de fácil innovar desde un gigante que cotiza en bolsa que desde una start-up en la que todo está permitido y las decisiones se toman en una cocina o en un garaje entre tres personas. Las grandes estructuras, los departamentos, las necesarias regulaciones para garantizar el funcionamiento de una gran corporación ralentizan los procesos de creatividad.

¿Qué hacen las grandes compañías cuando llegan a esta conclusión? Una de las fórmulas para garantizar la supervivencia y el éxito de la innovación o para neutralizar las nuevas fórmulas de la competencia es tirar de chequera para incorporar servicios o modelos de negocio. Ante el auge de la japonesa Line y la china WeChat, Facebook pagó en el 2014 la friolera de 21.800 millones de dólares por hacerse con WhatsApp, que contaba con 600 millones de usuarios y un equipo mínimo. Mark Zuckerberg pagó también 1.000 millones de dólares para hacerse con Instagram, una empresa que tenía 13 empleados y no ganaba dinero, pero que se convirtió en la primera red social de imagen del mundo.

Aunque las grandes corporaciones no lo publicitan, la adquisición de empresas muy tecnológicas es una vía muy utilizada en sectores tradicionales como el farmacéutico o el bancario. Los grandes bancos están adquiriendo en el mercado start-ups innovadoras de fintech (finanzas tecnológicas, en sus siglas en inglés) simplemente porque están asustados ante la posibilidad de que el negocio de la intermediación financiera acabe en manos de Facebook o de Google, que ya cuentan con bases gigantescas de datos de clientes. Entre que una farmacéutica empieza el desarrollo de una molécula hasta que la saca al mercado pueden pasar más de siete años sin ningún ingreso, solo inversión. Por este motivo, las grandes firmas del sector compran moléculas generadas en laboratorios de pequeñas biotechs e incorporan a sus investigadores dentro de sus organizaciones. Las multinacionales financieras, bancarias y del sector de las telecomunicaciones también están creando viveros de start-ups dentro de sus propias organizaciones para atraer talento. Ubican a los desarrolladores e ingenieros en edificios separados, alejados de los trajes chaqueta y las corbatas,  y les dejan vestir como les da la gana. Nadie ve raro que aparezcan informáticos o exhackers con cresta y zapatillas deportivas. Todo por atraer el talento y no perder la carrera de la innovación.