UN INTERNAMIENTO IRREGULAR

El infierno

Los CIE siguen abiertos y sus rejas siguen encerrando a personas que estaban en el país de forma irregular, pero que no han cometido ningún delito

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EMMA RIVEROLA

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¿Recuerdas esas películas donde a un pobre tipo lo encierran en la cárcel por un error? Hay cientos. Seguro que en más de una te has puesto en la piel del protagonista y has vivido su desesperación al sentirse privado injustamente de su libertad. Sin recurrir al terreno de la ficción, ¿te acuerdas de Óscar Sánchez? El lavacoches de Montgat a quien un rocambolesco despropósito judicial llevó hasta la cárcel de Nápoles, donde cumplió una condena injusta durante 626 días, 626 días sufriendo un trato vejatorio. Una investigación de EL PERIÓDICO halló indicios sólidos de su inocencia que empujaron a reabrir su caso. Sánchez fue víctima de una suplantación de identidad por parte de un narcotraficante.

Seguimos imaginando. No has cometido ningún delito, ninguno. Pero te encierran en una cárcel. No, especifiquemos, en algo peor que una cárcel. Un lugar donde se vulneran los derechos humanos, que no parece formar parte ni de las calles ni de la sociedad en la que está ubicado. Una suerte de no-lugar. ¿Un infierno? No, la realidad. La triste realidad. Los centros de internamiento de extranjeros (CIE) siguen abiertos. Sus rejas siguen encerrando a personas que estaban en el país de forma irregular, pero que no han cometido ningún delito. No, ellos no son delincuentes. Pero la legislación que lo tolera, quizá sí. ¿Somos capaces de imaginarlo? No hay estado de derecho que soporte esa injusticia.