Análisis

En el infierno de Boko Haram

Sufrir y morir en el silencio del olvido es el último desprecio de un mundo que pierde así su humanidad

Imagen de niños siendo evacuados de las islas nigerianas del lago Chad por el temor a ser atacados por Boko Haram.

Imagen de niños siendo evacuados de las islas nigerianas del lago Chad por el temor a ser atacados por Boko Haram. / IS/MS

JOSÉ MARÍA VERA

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He visitado el lago Chad en plena crisis humanitaria provocada por el conflicto con Boko Haram, en una zona ya afectada por la miseria. La tragedia alcanza cuatro países, sobre todo Nigeria, donde los combates son más duros. Once millones de personas necesitan ayuda humanitaria, 2,6 millones han dejado sus casas huyendo de la violencia, 500.000 niños y niñas pueden morir de hambre. Muchos fallecen cada día, incluso durante los repartos de alimentos. No pueden más.

Oxfam responde en toda la región a la situación extrema que sufren las personas desplazadas por el conflicto, llegando en el lado chadiano a más de 50.000 personas. Se trata de campesinos y pescadores que vivían en las cercanías del lago hasta que Boko Haram arrasó sus pueblos, asesinando a muchos de ellos. La huida les llevó lejos del lago y de la frontera, a una zona dura. No pueden confiar en el Ejército chadiano, sobre todo las mujeres, ni en un Estado frágil. La sequía, acentuada por el cambio climático, reduce el agua, el hambre se siente, se palpa en los rostros. Lo que he visto es un infierno en la Tierra.

HACE FALTA DINERO 

Algunos opinan que ya sufrimos bastante aquí. Quien dice eso no sabe de lo que habla, no ha afrontado la mirada de una madre cuyo bebé se marcha deshilachado por el hambre. Y son millones. Es cierto que cada vez las crisis humanitarias son más duraderas y afectan a más civiles. Siria, Yemen, Irak, Sudán del Sur, Lago Chad... Lo que no aligera, al contrario, nuestra responsabilidad como organizaciones humanitarias hacia quienes tienen su vida en vilo. También políticos, medios y ciudadanía deben actuar. Al menos informar e informarse. Sufrir y morir en el silencio del olvido es el último desprecio de un mundo que pierde así su humanidad.

Hace falta dinero. Como en cualquier emergencia. Gracias a las socias y socios de Oxfam podemos estar cerca de las personas cuando más sufren. También a los donantes institucionales. Aunque estos flaquean, sobre todo en crisis olvidadas de relevancia geoestratégica menor.

SOLOS FRENTE AL HAMBRE

Es una cadena. En los campos de desplazados más duros que visitamos, con hasta 150 familias en el límite, MSF atiende la salud con clínicas móviles y Oxfam abre pozos, promueve comités de protección y entrega pequeñas cantidades de dinero a las familias más vulnerables, para que puedan comprar comida y reactivar los mermados mercados locales. Sin embargo, esto no es suficiente sin el alimento básico que aporta el Programa Mundial de Alimentos, que no tiene fondos para llegar a todo.

Hace días tuvo lugar la Conferencia de Donantes para Lago Chad, donde solo se aseguraron un tercio de los fondos necesarios para responder a la crisis. Mal vamos. España recortó su partida humanitaria en un 80% y empieza el año con menos recursos que una oenegé media. Revirtiendo la cadena, esos recortes suponen dejar a la población desplazada sin comida, sola frente al hambre.

LA MUERTE NO ESPERA

Además de comprometer fondos, estos deben desembolsarse con rapidez --la muerte no espera--, asegurando el acceso humanitario a toda la población por delante de los intereses militares, lo que no ocurre en Nigeria.

Boko Haram es el terror y también un síntoma en el Sahel. Olvidada por el mundo salvo cuando hay mineral o petróleo que extraer. Olvidada por sus gobiernos, que apenas se interesan por la población civil de la zona. No olvidemos nosotros.