DOS MIRADAS

Infierno

EMMA RIVEROLA

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En 1939, el fotógrafo Robert Capa visitó el mal llamado campo de refugiados de Argelès-sur-Mer. Una prisión, una trampa, una humillación a la que fueron sometidos 100.000 refugiados huidos de la España vencida por las tropas de Franco. En aquellos metros de playa, los más débiles morían de tifus y el resto trataba de sobrevivir sin apenas alimentos, sin más cobijo del que pudieron construir con sus manos, sin más agua que la del mar ni medicinas. Un infierno sobre la arena, dijo Capa. Las imágenes del fotógrafo han quedado prendidas en las pupilas de nuestra memoria. Meses más tarde, Europa estalló y los caminos se poblaron de refugiados. De nuevo, los niños en brazos de los padres, los rostros acartonados por el estupor, el agotamiento y el dolor, los bultos abandonados a medida que la impotencia engullía lo que antes se consideraba imprescindible.

Los gestos se repiten. La grandeza y la miseria habitan los mismos palmos de tierra. Los cientos de miles de refugiados que se agolpan en nuestras fronteras vuelven a escribir páginas idénticas a las que escribieron nuestros abuelos. Sus rostros están cincelados por los mismos horrores. Hay algo universal y eterno en su mirada. Un sufrimiento lejano que, una y otra vez, vuelve a emerger ante nosotros. La desesperación del que solo quiere vivir en paz. La inmensa soledad del que se siente traicionado por la humanidad… Un infierno sobre una Europa sin memoria.