La industria de la falsificación

FERRAN MONEGAL

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En el mundo de los falsificadores se huye de la palabra falsificación. Emplean la palabra réplica. Les parece que suena mejor. Creen que así mitigan, suavizan la ilegalidad de su producto. En la cadena Cuatro ('En el punto de mira') nos acaban de presentar un reportaje, muy bien elaborado, sobre el universo de la falsificación. Primero han viajado a China, donde se encuentran los talleres que fabrican la mercancía. Recuerdo que años atrás, en París y en Berlín, bajo el nombre de 'Auténticamente falso', se montaron virtuosas galerías de arte que vendían copias de cuadros de los grandes pintores. Aquello era otra cosa. Eran artesanos copistas. Detrás de cada copia, también había un artista. Al igual que los originales, las copias eran piezas únicas. Esto de ahora es la falsificación en masa, con técnicas industriales, sin otro arte que el de la adulteración. Al regresar de China los reporteros de Cuatro se han detenido en Barcelona. Es lógico. Barcelona tiene últimamente la imagen de ciudad paraíso del mantero. Y le han preguntado a uno, guineano, por qué se dedica a la venta de falsificaciones. Respondió: «Porque soy un simpapeles. Saco entre 150 y 200 euros al mes. Con esto sobrevivo. Si tuviera papeles, no lo haría». Interesante trabajo televisivo. Nos han enseñado todo el proceso de esta industria de lo falso. Mueve miles de millones de euros, naturalmente dinero opaco, que no tributa. Y de toda la escala humana que hemos visto, el mantero es el último, el más desgraciado y el que menos se lucra. Permitir que una ciudad se transforme en el paraíso del mantero es una forma de legalizar, o pseudolegalizar, la falsificación. Es un disparate, además de una injusticia para la industria y el comercio legalmente establecidos. Lo que hay que hacer con el mantero, como con todo ser humano, es proporcionarle una salida.

AVIONES Y PILOTOS .- En el 'Sense ficció' (TV-3), acaban de reemitir 'Pilots'. Un trabajo sobre pilotos, y aviones de Vueling y de Spanair, entre otras compañías. Nos han explicado la vida de estos abnegados conductores de aerobuses. Su dedicación. Su altísima preparación. Y el cuidado con que se trata al avión para garantizar los niveles de seguridad. ¡Ah! Programa gratificante. Muy bonito. Pero absolutamente inoportuno. Después del monumental caos que sufren los usuarios de algunas compañías, reponer ahora un programa en el que todo es una maravilla, parece una tomadura de pelo. Una burla.