LA ENCRUCIJADA CATALANA

El independentismo sale gratis

El secesionismo puede estancarse, pero no retrocederá mientras no obtenga concesiones, es decir, cesiones

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XAVIER BRU DE SALA

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Contra lo que nos habían hecho creer acreditados especialistas y muy venerables instituciones, el soberanismo es compatible con el liderazgo en creación de empresas, una bajada significativa del paro, cifras récord de turistas y pasajeros, incremento exponencial de las exportaciones y un largo etcétera. Pese a los innumerables agravios catalanes, existen tantos buenos datos que los compiladores de los que hasta hace un año demostraban los gravísimos costes económicos del independentismo, sin margen de error, deberían pedir disculpas y apuntarse a la tesis contraria: la inocuidad.

La independencia, si se acerca a un final abrupto, en el sentido que sea, es posible que tenga costes. Pero el proceso no. No para la sociedad. La tensión política no ha comportado, después de cinco años, ni división social ni deterioro de la convivencia, como ha reconocido un dirigente del PP andaluzPP andaluz. Tampoco para la economía, si no son falsas las cifras que nos sorprenden cada día en positivo. Como mucho, tiene costes para algunos políticos, tanto favorables como contrarios, pero quizá la nómina de damnificados no es tan extensa como parecía, a la vista de cómo a unos les fortalece la condición de mártires del proceso mientras otros son ovacionados por haber usado métodos poco o nada homologables para oponerse a él. Sí que actúa, en cambio, como una trituradora de líderes contemporizadores. Cuidado, pues, los que circulen con un pie a cada lado, porque las vías se separan más y más, en medio se abre el abismo y quizá no llegarán a tiempo de recoger los frutos del pacto que –¿alguien lo duda?– algún día llegarán.

"LO QUE DURA DURA"

¿Falta mucho o poco? El independentismo puede durar, como el chiste sobre un coito: "Lo que dura dura". Cinco meses o cinco años más, 'chi lo sa'. Los 'ara o mai' que colmaban las redes llamando a aprovechar una ventana única de oportunidad y de muy corta duración, se han visto forzados a callar por el paso señorial del tiempo, bajo pena de admitir el error o de incitar ahora al desaliento con la proclama, como mínimo prematura, de un fracaso. 

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    En las numerosas filas del llamado 'processisme' están los que se cuelgan la medalla de sensatos porque pretenden alargar la confrontación, sin forzar el desenlace hasta que la mayoría esté clara o el Estado se avenga a negociar algo parecido al Estado propio. Los 'antiprocessistes', en cambio, defienden que la mayoría independentista en el Parlament es suficiente para forzar la confrontación, y que en todo caso las urnas ya ratificarán el nuevo Estado. Pero el proceso se alargará hasta que la independencia obtenga la mayoría en votos. Si ello ocurre, cuando sea, Catalunya habrá entrado en otra etapa. Mientras tanto, continuaremos igual. Sin costes, pero tampoco sin beneficios, ni en autogobierno, que se mantiene bajo mínimos, ni en términos de soberanía lingüística y cultural, ni en cuanto al desbloqueo de inversiones o de traspasos imprescindibles (Rodalies, corredor mediterráneo, conexión del sistema aeroportuario, etcétera). Si la 'operación diálogo' no fuera una maniobra de distracción, estos temas estarían ya sobre la mesa. El antiindependentismo también sale gratis al Estado, sus arcas y sus políticos.

OSCILACIONES Y ALTIBAJOS

Por eso el pulso de fondo continúa, con oscilaciones y altibajos, sazonado con episodios de sainete. Últimos ejemplos: el intento de boicot a la conferencia de Bruselasconferencia de Bruselas y el narcisismo de un exjuez que se convierte en chivato, en pitoniso o en las dos cosas a la vez. El independentismo salía gratis al ya también exsenador, pero no la imprudencia atolondrada.

Oponerse al independentismo tampoco tiene costes, como se ve en la tímida recuperación del PSC cuando ha dejado de contemporizar. Pero como han comprobado los 'comuns', quedarse en medio es hundirse. Por eso finalmente se han apuntado a la república catalana, es decir, a la ruptura con la España actual. República catalana. Sonaría bien aunque solo se tratase de una estrategia electoral. El independentismo se acerca al 50%, pero podrían ir a parar a él, por falta de alternativa viable y de alternancia en España, buena parte de los dos tercios de electores que quieren cambios en profundidad.

    ¿Quién somnia truites a ambos lados? En un concurso tal vez ganarían quienes, contra la más reiterada evidencia, insisten en la teoría del suflé. El independentismo se puede estancar y sufrir las oscilaciones de todo movimiento político, pero ha llegado para quedarse. Sin aflojar mientras no tenga costes. Sin cejar antes de conseguir algún objetivo. Sin retroceder mientras no obtenga concesiones, es decir, cesiones.