Los jueves, economía

¿Independencia? ¿Pacto fiscal?

El futuro de Catalunya pasa por un marco de soberanía plena que negocie con España en igualdad

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JOSEP
OLIVER

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Un tsunami recorre Catalunya y España tras el Onze de Setembre. Como sucede a menudo con los cambios históricos, las señales de transformación venían acumulándose hacía años. De hecho, la reforma del Estatut impulsada porPasqual Maragallfue un intento fallido de dar solución a las crecientes dificultades del engarce Catalunya-España. Desde la óptica de hoy, parece evidente que su fracaso fue la puntilla final a las propuestas de un acuerdo federalizante, fuera o no asimétrico. La bilateralidad, la solidaridad limitada, la hacienda compartida y otros aspectos en esta línea quedaron, simplemente, liquidados, bien por la ponencia de las Cortes (recuérdese la apostilla deAlfonso Guerra sobre la aplicación del cepillo) bien por el veredicto del Constitucional. Además, si había una opción de mantener la esperanza federal, quedó desbordada por la posición del PSC en el debate previo y posterior a la manifestación del 10 de julio del 2010.

En estas horas tan complejas, con el rescate de España en el horizonte, los acuciantes problemas financieros de la Generalitat y una crisis económica de la que todavía no se vislumbra su final, afrontamos un futuro incierto. ¿Cómo avanzar? Y ¿hacia dónde? ¿La independencia ya? ¿Un acuerdo confederal de soberanías compartidas? ¿De nuevo un discurso federal?

El punto de partida de cualquier propuesta debe ser la aceptación de que, en la última década, la visión catalana de las relaciones con España ha virado hacia posiciones cada vez más soberanistas. Ello es evidente, en especial, en sus élites y en sus capas medias, que son las que soportan un sistema de financiación injusto. Y las que perciben con mayor claridad la falta de lealtad institucional del Estado, que se traduce en un amplísimo memorial de agravios. A título de ejemplo, este se extiende desde los ataques a la lengua, que la sentencia del Constitucional ha espoleado, hasta los insultantes déficits en infraestructuras, como muestran el lamentable estado de la N-2 en Girona, el control del aeropuerto de El Prat o los problemas de conexión ferroviaria de la terminal de contenedores del puerto de Barcelona. Ese nuevo sentimiento catalán apunta una radical redefinición de las relaciones con España que, visto lo visto y con todo lo que ha llovido, no pasa por el renacimiento de un proyecto federal, tantas veces fracasado. Tiempo hubo en los últimos 35 años que cristalizara y ello no fue posible.

¿Y la independencia? En este ámbito no hay que confundir deseos con realidades. La manifestación fue un aldabonazo espectacular, pero Catalunya es una sociedad muy diversa. Y si había más de un millón de manifestantes, aunque ciertamente no todos independentistas, y con familiares y amigos podían justamente atribuirse la representación de la mitad del país, hay otra mitad que no se encontraba allí. ¿Qué se hace con ella? ¿Se olvida, como los convocantes a la manifestación están exigiendo? Tampoco se puede desconocer que la rapidez del avance del sentimiento independentista refleja cambios sociales todavía tentativos, que deberán asentarse para evaluar la profundidad de la transformación.

Entonces, ¿adónde conduce el Onze de Setembre? Es imposible prever lo que sucederá en el futuro, pero cualquiera que sea el rumbo este debe contar con mayorías sólidas y, en especial, estables. Y ese final, como quiera llamarse, pasa por un marco de soberanía plena que pueda pactar con España en pie de igualdad, tanto si se desea una solución confederal como la independencia.

Hoy por hoy, el elemento que suscita mayor consenso es el cambio en las relaciones fiscales, llámesele pacto fiscal, concierto económico, hacienda propia o como ustedes quieran, que es de lo que trata la cumbre de MasconRajoy.Es más que probable que termine sin acuerdos de calado, y que ello obligue a convocar elecciones en Catalunya, que inevitablemente girarán alrededor de una nueva relación con España. Pero en el proceso de esta redefinición, que será largo y complejo, cada avance debe asentarse en una mayoría social que lo sostenga con solidez. El primer paso es el de las finanzas propias, y ahí la fortaleza de la opinión catalana que lo avala es indiscutible. Si el Gobierno español no responde a este primer envite como esperan la gran mayoría de los catalanes, habrá que proponer nuevos avances.

En los asuntos humanos es cierto que el momento preciso de la decisión es muy relevante. Y que la marea que impulsa proyectos y anhelos es transitoria, pues tras el alza viene el inevitable reflujo, como Bruto señaló a Casio animándole a no posponer el combate contra Antonio y Octavio (Shakespeare,Julio Cesar). Pero en el asunto que hoy preocupa a Catalunya, y que será el eje conductor de su política los próximos años, haríamos mejor no dejándonos llevar por la euforia de la marea alta.

Catedrático de Economía Aplicada (UAB).