LA CLAVE
El final de la escapada
Catalunya, reino de la confusión y limbo de la alegalidad. A Puigdemont se le acaba el tiempo: o desobediencia sin autogobierno o elecciones autonómicas travestidas de constituyentes
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Catalunya lleva dos años gobernada por un entramado político-civil solo en parte legitimado por las urnas: una alianza circunstancial entre la derecha nacionalista y la izquierda republicana, una fuerza antisistema y dos lobis privados --registrados como grupos de interés-- cuyos líderes campan a sus anchas por el Palau de la Generalitat. En pie de igualdad, electos en ejercicio, políticos defenestrados y activistas liberados toman en la penumbra decisiones que comprometen a todos los catalanes.
El Govern ya no gobierna el país, solo el ‘procés’. El Parlament, secuestrado, abre y cierra sus puertas a conveniencia del independentismo, amordazando a la oposición y liberando a los gobernantes de rendir cuentas. Ya sin pudor alguno, los medios públicos se erigen en canales temáticos de la agitación. Catalunya vive, de facto, en estado de excepción.
A cada promesa rota le sucede otro juramento fatuo. De la consulta del 9-N a las plebiscitarias del 27-S. De negar la evidente derrota de la hoja de ruta al “referéndum o referéndum”, pasando por la desobediencia institucional y la decapitación de Artur Mas en el patíbulo de la CUP. Del “votaremos como siempre” al “votemos como sea”. De la independencia ‘low cost’ al éxodo empresarial. La DUI se suspende primero en antena y se rubrica luego en capilla, canto de ‘Els segadors’ mediante.
Catalunya, reino de la confusión y limbo de la alegalidad: las normas españolas solo rigen en aquello que beneficie al soberanismo, y hasta las catalanas, suspendidas por el Constitucional, se cumplen en precario o se dejan en barbecho, según convenga. Ni el 1-O unilateral legitimó la secesión catalana, ni Europa se ha afanado a reconocerla. Estamos donde estábamos.
¿ARRIAR EL AUTOGOBIERNO?
Pero la eterna escapada toca a su fin. Pronto Carles Puigdemont deberá despejar las dudas: o cede a las presiones extremistas e iza la bandera de la desobediencia, a costa de arriar la del autogobierno, o dinamita el frente independentista y convoca elecciones autonómicas, travestidas de constituyentes. Ojalá esta vez le guíe el interés de todos los catalanes, y no solo el del proyecto independentista.
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