LOS SÁBADOS, CIENCIA

La independencia

El dinero solo significa progreso cuando es intermediario, pero todo se corrompe cuando es el fin último

JORGE WAGENSBERG

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La independencia ha sido siempre una palabra gloriosa que alimenta la autoestima, en contraste con la dependencia, una palabra triste que inspira más bien autocompasión, pero todo se gasta con el uso, también las palabras. Y últimamente, pobre independencia, pierde brillo tanto para los que sueñan con ella como para los que se fastidian con solo oírla nombrar. La independencia no solo es un concepto relevante en la condición humana, sino que hunde sus raíces en realidades más fundamentales. Una breve reflexión igual ayuda a refrescar el significado del término.

El gran reto de toda entidad viva, desde una bacteria hasta un colectivo humano, es seguir viva. Cuando la incertidumbre es baja sobrevivir es trivial: basta con instalarse en cualquiera de las muchas soluciones disponibles. Pero cuando la incertidumbre aumenta entonces la selección se pone seria y solo unas pocas escogidas aprueban el examen. El vaivén de la incertidumbre estimula el progreso natural: en tiempos de bonanza la incertidumbre baja y la diversidad de alternativas se dispara, justo para que haya donde escoger cuando las cosas van mal dadas porque la incertidumbre ha vuelto a crecer. O sea, la incertidumbre es el motor del progreso porque entrena a los organismos a independizarse de sus fluctuaciones caprichosas. ¿Qué es progresar?

Si el progreso de un colectivo se define por su tamaño, las hormigas son invencibles. Si el progreso se define como el tamaño del genoma, la cebolla sería una idea insuperable. Si el progreso se define por la capacidad para sobrevivir entonces los tiburones son inalcanzables. Si el progreso es ganar eficacia termodinámica, entonces el osito Koala es el ejemplo a seguir. No sé lo que es el progreso pero la intuición es fuerte: entre una bacteria y Wolfgang Amadeus Mozart algo ha tenido que progresar, solo falta saber en qué consiste ese algo. Ya sé lo que es progresar: progresar es ganar independencia respecto de la incertidumbre.

En la larga historia que lleva hasta la condición humana hay dos grandes saltos progresivos: la movilidad (que nos independiza del espacio) y la comprensión de la realidad (que nos independiza del tiempo). Pero independizar no es aislar. Un sistema aislado está condenado a una independencia trivial porque en él ya ha ocurrido todo lo que podía ocurrir y porque desde él ya no se puede ir a ninguna otra parte. Es el equilibrio termodinámico, un lugar donde se puede persistir tranquilamente al alto precio de estar irreversiblemente muerto. Por ello florecen también líneas regresivas que se apoyan en la tradición (que nos aísla en el tiempo) y el folclore (que nos aísla en el espacio).

Esta relación entre independencia y progreso es íntima y universal. Con ella se puede escalar la complejidad de las cosas, desde una piedra a la propia condición humana. En efecto, una piedra sigue mansamente cualquier variación de la temperatura del entorno: está muy lejos de ser un concepto progresivo.

En cambio, un mamífero consigue mantenerse a una temperatura constante entre 36ºC y 41ºC independientemente de la temperatura exterior. La fortuna de un animal que no se mueve (fijo como un percebe o a la deriva como una medusa) depende más de la incertidumbre de su entorno inmediato que la de un animal que ya ha inventado la movilidad (como un pez o como un pájaro). Antes de ponerse de pie los homínidos dependían más de los depredadores porque gateando entre las hierbas de la sabana el horizonte se acerca demasiado y no hay manera de anticiparse a las intenciones del depredador.

El logro más progresivo de la selección natural es sin duda la selección cultural. La capacidad para comprender regala independencia porque para resolver un problema ya no hay que esperar millones de años a que lo haga la selección natural. En la selección natural primero es la solución y luego el problema, en la selección cultural ocurre exactamente todo lo contrario. Los humanos presumimos así de una lista interminable de innovaciones progresivas. Por ejemplo: el dinero.

El dinero es progresivo porque nos independiza de las restricciones caprichosas del trueque, la tarjeta de crédito es progresiva porque nos independiza de las fluctuaciones del efectivo y el crédito es progresivo porque nos independiza de las fluctuaciones del capital disponible… El concepto independencia permite valorar el concepto progreso: el dinero solamente significa progreso como intermediario para conseguir un bien (el dinero da independencia) pero todo se corrompe cuando el fin último es el propio dinero y el proyecto resulta un mero intermediario (el dinero crea dependencia).

Lo humano necesita un mínimo de incertidumbre para no morir de aburrimiento y un máximo para no morir de pánico. Y controlar la incertidumbre requiere la capacidad para regular finamente el grado de independencia.