Pequeño observatorio

La imparable multiplicación de los besos

Pienso que hay gente demasiado besucona. Y demasiado exigente

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Invito a los lectores de este artículo a compartir mi opinión: estamos viviendo en una sociedad besucona. Intento repasar mi juventud y la conclusión indispensable es que entonces no existía el besuqueo actual. Los besos se producían, básicamente, en un ámbito familiar: "besar a a la tía", o al abuelo, nos deían cuando los niños íbamos a visitarlos. Los besos amorosos se reservaban para la intimidad.

Ahora el 'petonisme' social no tiene fronteras. Puedo afirmar que desde hace varios años me beneficio de una notable recepción de besos.

La expansión del periodismo femenino es indiscutible. No parece que mi provecta edad fabrique besos como puede pasar con los abuelos. No. Son cosas que nacen por la evolución de las costumbres, siempre imprevisible. Beso sí, estrechar la mano, no. Todos los valores suben y bajan.

Ya hace años, La Campana publicó un libro sobre el beso. Xavier Fauche y Christiane Noetzlin analizan todo tipo de besos. El beso materno, el beso sagrado, el beso de la paz, el beso místico, el beso del amor, la presencia del beso en el arte y en la cultura..., incluso los besos en el cine.

Y un hecho tan bonito, tan tierno, y quizá tan inseguro, del primer beso"...

Pienso que hay gente demasiado besucona. Y demasiado exigente. No me invento la anécdota. Aunque recuerdo que, en una reunión social, se me acercó una señora para recriminarme: "Tú todavía no me has besado". Me sentí incómodo y seguramente es el beso más deficiente de mi vida.

Ahora se multiplican socialmente los falsos besos, que son simplemente contactos en las mejillas. El ridículo mua-mua.

Los besos más temblorosos, pienso, más inolvidables, deben ser los clandestinos.