Iguales, desde arriba

MARTA ROQUETA

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La principal ventaja y el principal inconveniente de la ley de igualdad entre mujeres y hombres aprobada por el Parlament de Catalunya es que se trata de eso, de una ley.

Un punto a favor es su transversalidad. En general, hay consenso entre los partidos para asegurar la igualdad de oportunidades en el ámbito laboral, así como para promover medidas de conciliación de la vida familiar y profesional tanto para mujeres como para hombres. Se trata de ámbitos donde suelen plasmarse las discriminaciones o las desigualdades más evidentes. En cambio, la ley de igualdad catalana bebe de la concepción de aquellos partidos y organizaciones que consideran que la perspectiva de género es algo que hay que aplicar en todas las políticas públicas.

A pesar de ello, es difícil que una ley pueda cambiar por sí sola estereotipos, creencias o expectativas sobre los roles de hombres y mujeres, la causa subyacente de muchas de las desigualdades y discriminaciones actuales.

Ejemplo de ello es el punto dedicado a los medios de comunicación que insta a evitar la difusión de estereotipos sexistas. A falta de una definición inequívoca, habrá contenidos cuya consideración sexista estará sujeta al criterio de cada responsable del medio, que se basará tanto en la concepción sobre lo que es o no sexista que impere en la sociedad como en las actitudes de su audiencia hacia estos temas.

Otro ejemplo son las medidas para garantizar una presencia equilibrada de mujeres y hombres en el ámbito laboral. Aunque en el texto se diferencia de la paridad, la presencia equilibrada va a ser difícil de conseguir si las empresas no tienen claro cómo se aplicará en cada sector. Hay profesiones altamente feminizadas, como las vinculadas a la sanidad o la educación, y otras donde los hombres son una aplastante mayoría, como la informática o la ingeniería.

La ley prevé medidas para transformar esta situación a largo plazo. La primera es la coeducación, basada en educar a niñas y niños sin perpetuar estereotipos de género, con una visión que incluya las aportaciones de las mujeres en todos los campos del saber. La segunda vía son las medidas incluidas en el artículo sobre universidades. Además, la ley dedica puntos específicos para incrementar la presencia de mujeres en áreas como las nuevas tecnologías.

No obstante, es más general en los campos referentes a carreras con muchas más mujeres que hombres. Es comprensible si se tiene en cuenta que las mujeres tienen muchos más problemas para desarrollar una trayectoria profesional continuada y, a demás, ser reconocidas por ello. Incluso en profesiones en las que son mayoría. Pero si no se hacen esfuerzos por captar hombres para profesiones feminizadas, se puede terminar dando la imagen que son profesiones poco estimulantes. Todo lo contrario de lo que pretende la ley.

Teniendo en cuenta que la ley persigue un cambio profundo en las costumbres de nuestra sociedad, será mucho más relevante el compromiso de los agentes que deben implementar las medidas y el trabajo de las personas expertas en igualdad de género en empresas e instituciones que no las sanciones que se contemplan. Pese a que hay una conciencia de desigualdad entre hombres y mujeres, durante mucho tiempo no ha habido la voluntad –por desconocimiento o desinterés– de pensar qué decisiones, prácticas o dinámicas la favorecen. A partir de ahora, hay una ley que, al menos, obligará a plantearlo.