La Iglesia reamortizada

ENRIC HERNÀNDEZ

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Convengamos con el ministro Cristóbal Montoro que Cáritas, la organización humanitaria más grande del planeta, no sabe de qué habla cuando denuncia que España es el segundo país de la Unión Europea (UE) con mayor tasa de pobreza infantil. Aunque, en lugar de excomulgar a Cáritas por «provocar» tan inoportunos debates, el titular de Hacienda tal vez debiera procurar que la Iglesia católica, a la que pertenece esta entidad diocesana, contribuya al erario como debiera por el vasto patrimonio que atesora. Mejor eso que conceder a los obispos una moratoria de un año para que, al amparo de una prebenda franquista que el PP amplió en 1998, sigan poniendo a nombre de sus diócesis cuantas propiedades tengan a bien sus Excelentísimos y Reverendísimos Señores.

Gracias al milagro de la inmatriculación, en la última década la Conferencia Episcopal ha incorporado a su saneado balance cerca de 5.000 propiedades, incluida la mezquita de Córdoba. La Iglesia se ha convertido  así en un gigante inmobiliario de la talla de la Sareb (el denominado banco malo), con la salvedad de que esta arrostra con miles de hipotecas impagadas y aquella se ha adueñado de los inmuebles históricos libres de toda carga.

La desamortización española, el proceso de expropiación de los bienes eclesiásticos orientado a aligerar la deuda pública española y al tiempo fomentar la eclosión de un campesinado pujante y una burguesía productiva, duró más de un siglo. Mal que bien, cumplió sus objetivos: periclitar el Antiguo Régimen y fundar el Estado liberal. Menos tiempo ha precisado la reamortización de la Iglesia, ejecutada primero por un dictador bajo palio y luego por una derecha que, paradójicamente, se proclama liberal.

Un filón contra la pobreza

Con más de 100.000 propiedades y 120.000 hectáreas de terrenos, según el Anuario de la Laicidad, la Iglesia está exenta del Impuesto de Bienes Inmuebles, lo que priva al fisco de 900 millones anuales, amén de recibir del erario unos 9.000 millones al año.  Si fuera cierta la tasa de pobreza que denuncia Cáritas, he aquí, ministro Montoro, un buen filón para paliarla.