Pequeño observatorio

La identidad jugada al azar

La posibilidad de elegir el orden de los apellidos de un niño puede causar tensiones en las parejas

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Nuestra sociedad es una colección de rutinas y de innovaciones. Sin capacidad de innovar no habría existido el progreso que nos ha llevado a mejorar la vida personal y la vida colectiva. Sin la adopción de determinadas rutinas podríamos perder mucho tiempo buscando decisiones o soluciones que ya tienen precedentes. Pero siempre habrá alguien que considerará que en nuestra sociedad hay algunos hechos o algunas costumbres mejorables.

Esto es lo que se ha planteado recientemente sobre los apellidos que deben llevar los habitantes de este país. <strong>Beatriz Pérez</strong> nos ha hecho saber en EL PERIÓDICO que una reforma del Registro Civil deja de dar prioridad al apelativo paterno en la inscripción de un recién nacido. Es decir, los progenitores deberán pactar el orden de los nombres. Se exigirá a los padres mutuo acuerdo en el orden de los apellidos de los hijos. Es decir, el niño recién nacido se podrá decir Joan Rovira Puig o Joan Puig Rovira.

Entiendo la intención igualadora, pero me preocupa que esta posibilidad de elección pueda provocar tensiones en las parejas. El Código Civil español señala que los hijos legítimos deben llevar en primer lugar el apellido del padre y después el de la madre. Hoy se puede cambiar el apellido de una persona abriendo un expediente a petición del interesado. Pero ahora no se trata de un cambio, sino de un intercambio en el que deben estar de acuerdo el marido y la mujer, y eso me parece que no siempre debe ser fácil.

Pero, en fin, no podemos saber ahora si la aplicación de esta reforma será realmente positiva. Y lo que más me sorprende de todo esto es lo que hace saber la periodista: si no hay acuerdo por parte de la pareja, un funcionario decidirá según el orden alfabético, la sonoridad y el azar. Nunca me lo habría imaginado: el orden alfabético, convertido en juez. En la decisión también influirá la sonoridad del apellido. Y finalmente, el lanzamiento de un dado.

La identidad jugada al azar.