Ideas para hacer un país mejor

CARLES CAMPUZANO/BARCELONA

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Repensar el espacio político central del país, que es la tarea que los convergentes nos hemos propuesto estos meses, tiene que ver, sobre todo, con ofrecer el proyecto que la sociedad catalana necesita en estos momentos tan intensos y especiales que nos toca vivir. Se trata de identificar claramente cuáles son los retos que tenemos planteados como país y dar una respuesta fundamentada en los valores que compartimos la mayoría de los catalanes y que son esencialmente democráticos, igualitarios y meritocráticos. No es poco, pero apunto aquellos que creo son prioritarios: recoser el país, garantizar la prosperidad, combatir la corrupción, defender la autonomía de la sociedad civil y definirnos como nación de inmigrantes.

1- Recoser el país, después de una intensa crisis que ha hecho aumentar la pobreza y las desigualdades, se convierte, en cualquier caso, en prioritario. La desigualdad, como problema político, no es un tema exclusivamente catalán, pero en nuestro caso ha sido más intenso que en la mayoría de los estados europeos. La fractura social que incrementa la desigualdad pone en riesgo el "Catalan dream" -fundamentado en una alta movilidad social-, empobrece las clases medias, nos lleva a un país de "low cost" y debilita la democracia, facilitando el fortalecimiento de los reaccionarios de izquierdas y derechas. Dejar en manos de la izquierda reaccionaria la cuestión de las desigualdades se convierte en un error mayúsculo y no podemos hacer como la derecha neoliberal que considera que el problema no es tal. Ahora bien, a la hora de afrontar la lucha contra las desigualdades para recoser el país, necesariamente debemos asumir compromisos fuertes y arriesgados. Cuestiones como unos salarios justos y suficientes para los trabajadores, con una clara apuesta por el incremento sustancial del salario mínimo interprofesional; más inversiones en políticas educativas, especialmente para la primera infancia (guarderías) y para hacer efectivo el derecho a la formación a lo largo de la vida; prestaciones para la crianza de los hijos; el establecimiento de un sistema de garantías de ingresos para los parados de larga duración... devienen centrales y chocan con la lógica de la austeridad presupuestaria como dogma, la devaluación salarial como estrategia de país y la equivocada idea de que sólo con más personas ocupadas, sin importar los sueldos que se pagan, reduciremos la desigualdad. Y sabemos además que en la revolución tecnológica en la que estamos inmersos y que se acelerará en los próximos años, la desigualdad como problema será aún más relevante. Las cuestiones relacionadas con la educación y la creatividad de las personas son fundamentales a la hora de garantizar un país con un fuerte nivel de cohesión social y un buen funcionamiento del ascensor social. No nos podemos distraer en un país que se fundamenta, no en los antepasados que compartimos, sino en el proyecto de vida que compartimos aquellos que vivimos en Catalunya.

2- Llegar a ser una economía próspera, que genera servicios y productos con alto valor añadido es fundamental si no queremos acabar siendo un país de segunda, que no es capaz de ofrecer oportunidades a los jóvenes mejor formados, ni de reducir las insoportables tasas de paro que sufrimos, ni de generar la riqueza que nos permite financiar un buen sistema de protección social. La izquierda reaccionaria no tiene una propuesta seria y la derecha neoliberal lo fía todo a la lógica del mercado. Hace falta una visión que combine la confianza en las empresas y los emprendedores y atribuya a los gobiernos un papel estratégico evidente. Desde este punto de vista, los planteamientos "business friendly" son fundamentales y afectan a cuestiones tales como una mejor regulación de las actividades económicas, reduciendo la carga burocrática para las empresas; una revisión a fondo de la fiscalidad para hacerla más equitativa y más estimulante para los emprendedores pero que haga que los grandes patrimonios y las multinacionales asuman sus responsabilidades; la integración de las cuestiones medioambientales en la cadena de valor; la liberalización de determinados sectores y la lucha contra los grandes oligopolios, como el energético, que hacen imposible una real competencia. Ésta es una agenda que choca con muchos poderes establecidos y con muchas inercias, pero que es imprescindible si queremos garantizar la prosperidad y que debe ir acompañada necesariamente de un activo papel del sector público en el ámbito de las infraestructuras y en el apoyo a la investigación y desarrollo. ¡Necesitamos más mercado, también mejor mercado, y necesitamos sobre todo un buen e inteligente estado!

3- La corrupción corroe los cimientos de la democracia en la medida que debilita la confianza de la gente en las instituciones, incrementa las desigualdades y estimula comportamientos poco honestos de la ciudadanía. Y además es un mal negocio, que termina costando muy caro a todos los contribuyentes. No podemos permitir que el sentimiento de impunidad ante flagrantes casos de corrupción degrade aún más la confianza en las instituciones; ni tampoco que una respuesta corporativa nos imposibilite hacer frente a un mal endémico. Hay que liderar las reformas que hagan que nuestras instituciones limiten y acoten al máximo el riesgo de la corrupción, generando confianza entre la gente y promoviendo comportamientos cívicos y honestos por parte de la ciudadanía. El trabajo es enorme y el soberanismo debe estar en condiciones de dar una respuesta a la demanda de buena política, mejores instituciones, y democracia más vibrante que muchos sectores del país reclaman.

4- La defensa de la autonomía y el sentido crítico de la sociedad civil ante el poder del estado es fundamental en un proyecto político arraigado en el país y radicalmente democrático. Nos hemos conformado como un país con un denso tejido cívico y asociativo, que ha sido fundamental en el mantenimiento de la identidad del mismo, en el desarrollo del Estado del Bienestar y generador de un enorme capital social. Y durante estos últimos años hemos vivido una verdadera primavera democrática promovida por la gente. El estallido soberanista no sólo ha sido posible por la iniciativa de la sociedad civil, sino que la iniciativa de la sociedad le ha dado el tono democrático y popular que nos explica su éxito; pero también los movimientos surgidos en torno al 15M y como respuesta a la crisis social son expresión de la vitalidad democrática del país y han hecho emerger nuevas iniciativas ciudadanas basadas en la solidaridad y la fraternidad. Preservar esta autonomía de la sociedad ante una concepción estatista e intervencionista, que desconfía de la iniciativa social o que opta por intentar controlarla, es clave para disfrutar de una mejor democracia.

5- Una idea de la catalanidad que hace hincapié en que la nación nunca está terminada y que, por tanto, su identidad siempre está en proceso de cambio -resultado de las aportaciones de todos aquellos que llegan al país y que acaban haciéndose catalanes- responde a la necesidad tanto de continuar haciendo efectivo el modelo catalán de reproducción que "importa" y "fabrica" catalanes, como el de ensanchar las mayorías en favor del Estado propio; pero a la vez también es un planteamiento que se confronta con todos aquellos que quieren que las personas llegadas de otros territorios queden "congeladas" y folklorizadas en sus identidades de origen. Desde este punto de vista reivindicar Cataluña como "nación de inmigrantes" es imprescindible a la hora de ofrecer una idea de país que ponga en el centro de nuestra identidad nacional la idea del “empelt “ y la mezcla y el catalán como lengua común de todos. Somos la nación que somos como resultado de las migraciones y no a pesar de las migraciones. Un soberanismo liberado de carga identitaria nos será imprescindible para ganar la plena libertad.

Y obviamente, al final, cuando pedimos tener un Estado a favor y nuestro, justamente lo hacemos en la medida que necesitamos los instrumentos que nos permitirán encarar mejor estos retos.