Dos miradas

Huevos rotos

Traicionar la democracia para situar a la mitad de la población catalana en un punto contrario a su voto no es el mejor modo de ganar adeptos. ¿De veras estos eran los huevos que tenían que romperse?

APERCIBIDOS Los miembros de la Mesa del Parlament, con el aviso del TC.

APERCIBIDOS Los miembros de la Mesa del Parlament, con el aviso del TC.

EMMA RIVEROLA

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Frente a la radical defensa de la democracia de la que ha hecho gala siempre el 'procés', la mayoría independentista del Parlament ha modificado el reglamento de forma torticera ha modificado el reglamento de forma torticerapara poder aprobar las leyes de desconexión sin el debate político que garantice unos mínimos requisitos democráticos. Frente al discurso de la épica, Homs, Mas, Ortega y Rigau han optado por la defensa cobarde por el 9-N: nosotros no sabíamos, nosotros no fuimos. Frente a la supuesta pureza del país nuevo, la sucesión de casos judiciales que van a cubrir de pus un entramado político y económico que va más allá de la antigua Convergència.

El proceso independentista sigue avanzando, buscando el choque definitivo que le permita decantar las mayorías a su favor, que desacredite al Gobierno de Rajoy en Europa y que ofrezca una salida al callejón donde ahora está encallado. Pero, ¿qué estamos ganando con la deriva del 'procés'? ¿Qué estamos perdiendo? En vez de luchar por alcanzar una mayoría amplia y consolidada en las urnas, se optó por echar a correr gritando que éramos los mejores y que el camino nos pertenecía. Nada parecía anteponerse al anhelo de la causa. Pero los obstáculos están ahí. Siempre lo estuvieron. Esas leyes que tan antipáticas parecían, pero también la democracia. Traicionarla para situar a la mitad de la población en un punto contrario a su voto no es el mejor modo de ganar adeptos. ¿De veras estos eran los huevos que tenían que romperse?