Pequeño observatorio

Hoy me toca regresar a mi mundo

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Después de las vacaciones, el hecho de volver a escribir en este diario, cada día, me ha hecho pensar en el hecho genérico de volver. Volver a un lugar, volver a vivir una experiencia, volver a leer un libro.

Y en aquel tango, Volver, que si no recuerdo mal comienza así: «Volver... las nieves del tiempo platearon mi sien...». Yo he de admitir que no tengo «sienes plateadas», que seguramente tienen un cierto aire aristocrático, sino unas vulgares canas, que por otra parte tienen una marcada tendencia a abandonarme, aunque me parece que no les he hecho ningún mal.

Turno es una palabra, me parece, que viene del griego tornos y de la que derivan tornero y torneador, y volver podría ser hacer girar. Es cierto que con un torno se puede dar forma y redondear una pieza. Quizá a alguien le sorprenderá que en castellano se pueda decir volver con el sentido de devolver algo a quien lo poseía y también de regresar a un punto de partida y volver a hacer algo. Lo certifica el diccionario de la Real Academia Española.

La literatura y las canciones están llenas de retornos, de la añoranza, la alegría, la imposibilidad de retorno. Tu ne reviendras pas, canta Léo Ferré. El amor perdido. El país al que no se puede volver. Aquel tiempo que ya no volverá... La tristeza de la imposibilidad del retorno solo se puede aliviar tratando de construir otro presente. Porque hay cosas que se pierden para siempre.

Hay gente que es un perfecto tornero de su vida, que la deja sin aristas, consistente, modélica. Como aquellas grandes estatuas clásicas que vemos en los museos. Otros, en cambio, ponemos en marcha el torno de los días con menos perfección, nuestra vida es una historia de tornos y retornos. De afirmaciones y de dudas.

Hoy vuelvo a EL PERIÓDICO después de las vacaciones. Es mi torno. Y recuerdo lo que decía, tan modestamente, el gran escultor Manolo Hugué: «Nunca sé si me saldrá una virgen o una rana».