La hora de los pragmáticos

Cuando en una sociedad los partidarios y los contrarios se cuentan por millones, solo queda una solución democrática: el compromiso

Cabecera de la manifestación a favor de la unidad de España que el sábado tuvo lugar por las calles de Mataró.

Cabecera de la manifestación a favor de la unidad de España que el sábado tuvo lugar por las calles de Mataró. / periodico

ANTÓN LOSADA

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Los problemas crecen y el tiempo se pierde en manos de dos gobiernos y dos líderes que prefieren correr ante la realidad a gestionarla. Instalados en la lógica de lo inevitable y la dialéctica militar de la confrontación, las oportunidades se despilfarran contando manifestantes, policías y banderas mientras Europa contempla estupefacta la incapacidad de una democracia teóricamente avanzada como la española para resolver sus problemas políticos.

<strong>Puigdemont</strong> ha ganado tiempo demorando la <strong>DUI </strong>que le reclaman los suyos mientras esperaba que la divina intervención de la UE o algún <strong>mediador </strong>providencial le ganasen el día. Ni ha sabido ni ha querido afrontar que ni el español ni ningún Estado europeo va a despejarle la vía unilateral. Ahora se enfrenta al dilema de explicar hoy a los suyos por qué la vía unilateral ha llegado a su final y conviene hacer transbordo, o tener que explicarles mañana por qué Europa no les reconoce, cómo piensa convencer al dinero para que detenga su estampida ante la incertidumbre o cómo espera obligar a reconocer al nuevo Estado a los muchos catalanes votantes del PSC, Ciudadanos y el PP que ya tienen uno. 

Ni a Puigdemont se le puede exigir que acuda al Parlament a abdicar de sus objetivos, ni a Rajoy que abdique de sus obligaciones como jefe de Gobierno

Baño de realidad

Rajoy ha ganado tiempo demorando la suspensión de la autonomía que le exigen los patriotas más indignados parapetándose tras las instituciones y manejando el pensamiento mágico de la respuesta proporcionada, que todos pudimos ver el 1-O cuán rápidamente se desproporciona. Cuando podía haberlo hecho, prefirió no articular una estrategia de Estado y no negociar una respuesta política para evitar dar explicaciones a los suyos. Ahora puede que no le quede más remedio que hacerlo mientras oportunistas a la caza de votos como <strong>Rivera</strong> le acusan de ceder al chantaje nacionalista.

Los millones de catalanes que votaron a pesar de todo el 1-O supusieron un baño de realidad para un Gobierno central que juró solemnemente que no habría votación. La marcha de centenares de miles de catalanes con la <strong>bandera de España </strong>y la 'senyera' supone otro baño de realidad para un Govern que ha actuado como si fueran una especie en extinción. Cuando en una sociedad los partidarios y los contrarios se cuentan por millones, solo queda una solución democrática: el compromiso

Negociar, una oportunidad

Ni el buenismo ni el maximalismo sirven para lograrlo. Solo los pragmáticos saben construir un compromiso viable, porque para ellos negociar es una oportunidad, no una traición o una debilidad, y la intransigencia jamás conduce a la firmeza. El presidente y el president deben elegir, todos los demás también. O seguir envueltos en sus banderas y sus proclamas para acabar en el desastre y la melancolía, o entender las demandas y necesidades del otro, reconocerlo y buscar una solución común donde todos ganen y todos pierdan de manera razonable.

Ni a Puigdemont se le puede exigir que acuda al Parlament a abdicar de sus objetivos, ni a Rajoy que abdique de sus obligaciones como jefe de Gobierno. Un buen pragmático empezaría por ahí.