Al contrataque

Homenaje al turismo

CARLOS ELORDI

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Tras más de tres décadas oyendo decir que eso ya era cosa del pasado, este verano se ha confirmado que el turismo es lo único a lo que España puede agarrarse para ir hacia adelante o, cuando menos, para no ir más para atrás. Ni nuevas tecnologías, ni sectores emergentes, ni nuevos modelos productivos. Lo que de verdad tira en este país es lo de los camareros, los chiringuitos, el sol y la playa.

Se han gastado sumas fabulosas en ideas para torcer ese designio. La mayor parte de ellas no han valido para nada. Desde la de convertir Sevilla en capital mundial de la industria tecnológica tras la Expo del 92 a la que pretendió que Valencia fuera una referencia del mundo internacional de los negocios. Por no hablar del aeropuerto de Ciudad Real. Al final, aquí y allá, se ha vuelto a lo de siempre. A lo que ya teníamos con Franco. El éxito de Barcelona 92, hasta hoy mismo fructífero, demuestra que cuando las cosas se hacen bien, salen bien. El fracaso de buena parte de lo demás es justamente el de una forma de hacer. La habitual en España. Que es la de la mayoría de los políticos, de los empresarios y de mucha gente corriente.

La pega de la estacionalidad

Pero menos mal que tenemos el turismo. Y hay que alegrarse de eso.De verdad. Porque da de comer a muchas personas. Y divisas. Y porque es una actividad tan digna como cualquier otra, a menos que se generalice lo del turismo de borrachera a 300 euros el paquete completo.

Aunque tiene sus pegas. La mayor es la estacionalidad, que, salvadas las distancias, nos devuelve al tiempo de los jornaleros andaluces que pasaban hambre en invierno, cuando se acababa el trabajo. Ahora la cosa se palía un poco con gasto público y otras componendas. Pero en breve muchos de los que este verano han estado haciendo camas o sirviendo raciones irán al paro o a la chapuza. Los estadísticos del Gobierno tratarán de que esa bolsa se note lo menos posible. Y mucha gente seguirá haciendo como si esos parados, y los demás, no existieran. Pero la economía española seguirá siendo débil mientras el verano dure solo dos meses y medio.

Luego está el problema de que los turistas, extranjeros y españoles, gastan cada vez menos y reducen cada vez más la duración de sus estancias. Y encima, los hoteleros bajan sus precios porque si no el personal se va al chiringuito de al lado. Con lo que los ingresos por persona ocupada en el sector son cada vez más ajustados y muchas de las empresas cierran el ejercicio en el límite -y no pocas por debajo- de sus posibilidades de supervivencia.

Pero es lo que hay. Ahora bien: que no nos vengan con que España es la Florida de Europa.