Homenaje a los maestros

TOMÀS NAVARRO

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Debo admitir que mi idea inicial era la de crear un decálogo para reconocer a un buen maestro; pero que he decidido transformarlo en mi más sincero homenaje a la figura del maestro.

Un maestro es un compendio de virtudes. Un maestro es una persona valiente, que acepta el reto desde la humildad, sabiendo que lo realmente importante es que su alumno aprenda las competencias, conocimientos y habilidades necesarias para poder vivir libremente y en paz.

Un maestro es honesto consigo mismo y sabe que es más importante aprender que enseñar. Un maestro aprende más que enseña; se forma, lee y estudia para poder ofrecer conocimientos fiables y válidos a sus alumnos.

Un maestro es una fuente de inspiración sin fin; inspiración que nace de su ilusión, de su vocación, de su talento, de su amabilidad y de su amor por su profesión. Si profesión, porque un maestro no va a trabajar, un maestro va a disfrutar. Cuando un maestro enseña entra en un estado trance en el que canaliza su máxima atención y todos sus recursos para que sus alumnos aprendan. Cuando un maestro entra en el aula se concentra en sus alumnos, en nada más que en sus alumnos, en entenderlos y en ayudarlos.

No se puede ser un buen maestro si no se es capaz de amar. El maestro ama a su profesión, ama a sus alumnos y ama a las personas que han confiado en él para que eduque a sus hijos; y es éste amor, lo que hace que su trabajo se convierta en arte. No podremos amar si no somos sensibles, si no tenemos un alma compasiva y sin un espíritu receptivo y humilde.

Un maestro es consciente de la responsabilidad que tiene sobre sus alumnos. Un maestro sabe que cada pequeño gesto es observado por todos y cada uno de sus alumnos y asume esta responsabilidad con grado, siendo consciente de que es un modelo para sus alumnos.

A lo largo de mi vida he disfrutado de maestros que entendían la diversidad, la respetaban y la atendían. Cada alumno tiene un ritmo diferente, unas virtudes diferentes y una manera de aprender diferente. El maestro es capaz de reconocerlas y darles la respuesta que están esperando para que todos puedan florecer.

Un maestro puede ver las necesidades de sus alumnos y es capaz de transformar una alma desorientada en un torrente de fuerza y energía. A menudo, muy a menudo, tan solo necesitamos que nos miren, que nos lean, que nos entiendan y que nos den una dirección a seguir. No la dirección que más le conviene al maestro, o a unos padres… sino la dirección que más nos conviene a nosotros, en función de nuestras necesidades y virtudes.

Me gustaría reconocer el mérito de aquellos maestros capaces de estimular la curiosidad y el amor por el aprendizaje de sus alumnos. Citando a Horace Mann, el maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender, está tratando de forjar un hierro frío.

A lo largo de mi vida, en la escuela, en el instituto o en la universidad, he tenido muchos profesores y algunos maestros. Los maestros están enfocados en sus alumnos, los profesores están enfocados en ellos mismos. Para un maestro lo más importante es su alumno y el proceso de enseñanza y aprendizaje. Para un profesor lo más importante es su figura y su necesidad de reconocimiento.

Animo a que los profesores se conviertan en maestros. Les animo a que hagan un ejercicio de autocrítica y a que miren a su alrededor, a que busquen a los maestros que tengan cerca y que les pidan con humildad que les ayuden a ser como ellos.