Editoriales

Hollande, en la hora de la verdad

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El primer Gobierno de Manuel Valls ha durado apenas cinco meses. No es ninguna sorpresa, porque en el Gabinete formado en abril anidaba el germen de la división, que ha estallado ahora en pleno verano y antes de afrontar una rentrée muy complicada, con una economía estancada (0% de crecimiento del PIB en el segundo trimestre) y unas cuotas de popularidad en mínimos, tanto del presidente Hollande, lo que ya no es novedad, como del primer ministro, que ha perdido 22 puntos de popularidad (del 58% al 36%) desde que encabeza el Ejecutivo.

La división estaba en el origen porque Hollande y Valls, en un último intento de recomponer la unidad del Partido Socialista, integraron en el Gobierno a representantes de su ala izquierda, como Arnaud Montebourg o Benoît Hamon, los dos ministros que ahora, con sus críticas a la política económica y a los recortes sociales, han desencadenado la crisis. Pero esa política es la que asumió Valls al ponerse al frente del Gobierno, y los ministros disidentes no pueden llamarse a engaño. El segundo Ejecutivo de Valls, que se conocerá hoy, será coherente, según el Elíseo, y esa coherencia solo puede consistir en aplicar al unísono una política económica que acaba de ser reafirmada por Hollande. El presidente francés admite que Francia no tiene suficiente poder en la UE para imponer una línea distinta a la de Alemania y está decidido a abordar las dolorosas reformas que su país tiene pendientes desde hace tres décadas.