Hoja de ruta y pedagogía

JOSEP IGNASI ELENA

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Al conocer el acuerdo para una nueva hoja de ruta de las fuerzas mayoritarias del soberanismo con el ANC, Omnium y Ami, me vino a la memoria una conversación de dos buenos amigos. Uno de ellos, cansado de que el otro reiterara por enésima vez que le convenía intimar con más personas, le espetó: ¡No me des más lecciones, dame números de teléfono!

Tengo la percepción de que éste es el momento en el que estamos. Ya no es tiempo de nuevas hojas de ruta, que probablemente éste fuera necesario, sino de ofrecer propuestas políticas concretas y liderazgos para hacerlos efectivos, que den respuesta a un anhelo de una sociedad cansada de muchas cosas. No sólo de una.

Esta misma sociedad que no acepta que nos impidan votar por una constitución que fue aprobada hace 35 años y que dicen que no lo permite, tampoco nos tragamos ya las complicidades entre el poder político y el económico, las políticas fiscales a medida de los poderosos y las puertas giratorias, mientras perdemos de forma galopante derechos y prestaciones y sufrimos una falta de perspectivas y de futuro.

El proceso nacional en alguna medida debe tener y tiene una raíz revolucionaria. De ahí las grandes adhesiones que ha generado. En el sentido que recoge un anhelo de cambio en profundidad, global y drástico de las instituciones políticas y económicas, consecuencia de un agotamiento ante la crisis y la indignación por la indecencia insoportable que provoca la corrupción, que de tan presente, puede acabar formando parte del paisaje sin generar ya desgaste electoral, como ya hemos podido ver en algunos lugares.

Y esta dimensión es la que en el fondo, y muy claramente, interpela al proceso nacional y a sus responsables políticos que, con diferentes acentos, les apoyamos. El nuevo país dentendrá a las élites económicas poniendo freno, de una vez, su voracidad ilimitada y grosera. Estaremos a la altura desde la política para ahuyentar nuestras prácticas a la más que evidente connivencia con un statu quo insensible al sufrimiento. La izquierda de gobierno dará alternativas creíbles a una crisis que ha fracturado y dejado a la intemperie una mayoría de ciudadanos. Estas son las cuestiones que estarán en el debate político y social el 27 de septiembre y en las que habrá que dar respuesta.

Tengo la convicción que, sin que se perciba de forma nítida y clara, estamos construyendo un país diferente, que reconoce lo mejor de su pasado reciente, pero que está dispuesto, sin reservas, a hacer los cambios que la sociedad reclama y donde no existirán las mayorías que un proceso de estas características exige. Y esto, hoy, no se percibe suficiente.

La prueba es que, pese a ser indiscutiblemente un movimiento mayoritario, son muchos los catalanes que no se sienten llamados por el proceso nacional, y que no lo hacen suyo. Que a pesar de sentirse cercanos al anhelo de libertad y la exigencia democrática de poder votar, no ven que este sea su cambio, lo que ellos sueñan. Las encuestas así lo atestiguan, y también una desapasionada lectura de la realidad de nuestro País a día de hoy. Amplios sectores populares se sienten desafectos al proceso, sin los cuales no es posible hacer realidad ninguna hoja de ruta de emancipación nacional, entre otras muchas cosas, porque muchos nunca participaremos de ningún camino sin ellos. Este es el reto.

El camino a las elecciones del 27 de septiembre es el momento de pasar de las hojas de ruta a la pedagogía. Para agregar a una mayoría social en este proceso de cambio que vive nuestro País.

Es indiscutible que el camino no lo puede hacer una opción política en solitario. Ni mucho menos. Que son necesarios acuerdos amplios y que hace falta recorrer de forma transversal mucha parte de este camino. Y lo aplaudimos. En este sentido el socialismo catalanista estará de forma activa en los grandes acuerdos. Con su perfil propio y con voluntad de sumar. Como ha hecho siempre en este recorrido. Como lo ha hecho siempre en la historia de nuestro País.

Estaremos diciendo nuestra, representando una tradición que no es patrimonio de nadie, pero que ha trazado nuestra personalidad política y de la que nos sentimos orgullosos.

El 27 de septiembre el futuro será en nuestras manos, tan sólo dependerá de nosotros. Con nuestro voto dibujaremos qué País queremos. Y es un reto para la política, y en particular de la izquierda del gobierno, definir como sumamos y confluimos para hacer que esta mayoría social, que anhela la emancipación nacional, social y democrática, tenga una traducción política que la haga realidad.