Dos miradas

La hoguera

EMMA RIVEROLA

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La hoguera de las brujas. El fuego purificador. Las llamas del deseo o de la rabia. El bailoteo hipnótico. La música crujiente del crepitar… Frente a la oscuridad que cada día envuelve nuestros sueños, la noche de Sant Joan se cubre de llamas para retar a las sombras. Llamas que nos protegen de los espíritus del miedo y de la angustia, que espantan las dudas tozudas, que invitan a rebuscar en la memoria y aligerar el equipaje.

Una hoguera para quemar los lastres de un año. Para devorar los infiernos en los que nos perdimos. Para calcinar lo superfluo, los trastos inútiles, los muebles viejos hechos de obligaciones que nunca quisimos cargar sobre los hombros. Una pira en la que cauterizar los recuerdos enfermos que aguijonean el silencio, los pesos que nos impiden alzar los pies del suelo. Una fogata a la que arrojar todo lo que hicimos y no quisimos, todo lo que paralizó nuestros sueños, todos los obstáculos con los que tropezamos.

En la noche de Sant Joan, una hoguera para desprendernos de todas las derrotas. Una danza de fuego para exorcizarlas.

Y cuando las llamas acaricien el cielo, cuando el filtro de su resplandor nos regale una nueva mirada, susurrar un conjuro, envolverlo en un beso, mojarlo en burbujas de cava y mordisquearlo con bocados de azúcar, piñones, música, bailes y risas. En la noche de las brujas, un deseo. Y que este sí se cumpla.