Historias de la historia

Los buenos historiadores son los de mayor capacidad intelectual y potencia interpretativa

XAVIER BRU DE SALA

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No existe la historia sino las historias. Karl Popper, el pensador más citado entre los que más se equivocaron, abogaba por una historia científica. Si lo entendí bien, por cierto muy enfadado con su ingenuidad racionalista, se trata de pelar la corteza de la propaganda y de extraer la pulpa del debate ideológico para dejar relucir el hueso objetivo y verdadero de los hechos ocurridos. Dos y dos, cuatro. Julio César, vencedor en las Galias. ¡Por el amor de Dios, gran Popper! ¿Que no estábamos contra el materialismo? Las aplicaciones de las operaciones matemáticas son útiles, universales, invariables. Así pues, para convencer aunque solo fuera a las criaturas de pañales, nos debería haber explicado el provecho de saber que  un tal César ganó, y luego lo asesinaron. No aprendemos del qué sino del por qué. No de los hechos sino del relato. Si Popper tuviera razón, habrían triunfado las ratas de biblioteca, pero no es así. Los buenos historiadores son los de mayor capacidad intelectual y potencia interpretativa. Además, los mejores saben escribir, es decir fascinar con el estilo.

Ergo, el lector prevenido de libros de historia debe tener en cuenta: 

1. Que si no hay una explicación única sobre el presente, tampoco la habrá sobre el pasado. 

2. Que el historiador es un tipo particularmente peligroso de engañabobos, un colonizador de cerebros ajenos, a los cuales pretende implantar sus 'memes' con instrumentos de no ficción manipulada. 

3. Que cuanto menos oculta el autor su punto de vista, su ideología, su propia psique, más creíble resulta.

4. Que el gran valor de la ecuanimidad en la historia, tan inalcanzable como la felicidad o la perfección, se mide según el grado de ponderación de las conclusiones contrarias.

Y 5. Que la finalidad de la historia es ayudar a entender cómo somos, y cómo podemos mejorar colectivamente, a través de lo que fueron capaces de hacer e incapaces de evitar nuestros antecesores, amén.