La rueda

La historia de un inocente

FRANCESC Escribano

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Basta con mirar la foto deÓscar Sánchez, la que siempre se publica cuando se habla de su caso, aquella en la que aparece con corbata y una expresión entre infantil y beatífica, para darse cuenta de que este pobre lavacoches de Montgat podría ser cualquier cosa menos un camorrista y un traficante de droga como nos quiere hacer creer la justicia italiana. Sí, ya sé que las apariencias engañan, pero, francamente, me parece imposible.

Óscar,que tiene la inocencia escrita en la cara y las pruebas a su favor, sigue encerrado en la cárcel. Esta semana, el tribunal de Nápoles le ha vuelto a denegar la libertad condicional. Su historia me ha recordado la deEnzo Tortora.En la década de los 80 era el presentador de televisión más popular de Italia. De pronto, en julio de 1983, en medio de un gran proceso contra la Camorra, su nombre, no se sabe aún exactamente por qué, apareció implicado. Años después se supo que todo fue una confusión con una letra: donde se tenía que haber leídoTortonavieronTortora. Los jueces, a pesar de la debilidad de las acusaciones y la falta de pruebas, no dieron marcha atrás yTortorapasó casi un año en prisión y sufrió un vía crucis judicial que duró años. La única base de la acusación eran las declaraciones de los camorristas a los que cuando les preguntaban siTortoraera de la organización, simplemente, para enredar la madeja, decían que sí. El popular presentador tuvo que sudar sangre para limpiar su nombre, entró en la política, fue elegido parlamentario europeo, impulsó la celebración de un referendo para exigir la responsabilidad civil a los jueces y, finalmente, fue declarado inocente. Quedarán para la historia las palabras queTortoradirigió al tribunal que le juzgó. Un alegato que perfectamente también podría repetir Óscar Sanchez:«Soy inocente. Hace años que lo proclamo. Lo proclaman las pruebas y lo proclaman los hechos. Yo soy inocente; espero, en el fondo del corazón, que lo seáis también vosotros».