EL RADAR

Historia e historias

Rajoy dice que la crisis es cosa del pasado; las vivencias que cuenta la gente indican otra cosa

JOAN CAÑETE BAYLE

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Fue Mariano Rajoy y dijo que la crisis es "historia", que la recuperación "se vive en los mostradores de los pequeños negocios, en los pedidos de los proveedores, en las barras de las cafeterías, en las mesas de los restaurantes, en las nóminas de muchos españoles y en el interior de sus hogares". Y sí, unos días después Rajoy matizó, casi se corrigió, "la crisis es historia del pasado pero no lo son sus secuelas", dijo, y añadió: "La recuperación no será completa hasta que no llegue a cada hogar y a cada persona que no tiene trabajo" (se supone que estos hogares de la rectificación no son los hogares en cuyo interior se vive la recuperación de la primera declaración). De poco sirvió la enmienda, claro, y la frase ya forma parte de la lista, ya larga, de 'rajoyadas'.

No es habitual que alguien escriba una carta a Entre Todos para dar buenas noticias, para contar que ha encontrado trabajo, que a su hijo le han concedido una beca, que el contrato temporal  se ha convertido en indefinido. No es habitual porque la función de la carta suele ser la denuncia, y porque tampoco parece lo normal en la calle, en el metro uno se cruza con más contratos temporales que no se renuevan que con contratos temporales que se hacen indefinidos. Rajoy dice que la crisis es historia, pero las historias que cuenta la gente son otra historia. Aquí van algunos ejemplos del último  mes y medio, sin ánimo exhaustivo:

"La empresa donde trabajaba mi madre dejó de pagarle durante tres meses, acabó quebrando y nunca llegó a abonarle el dinero pendiente. Pero no importa, porque el Estado podrá indemnizar a mi familia dentro de un año y, mientras tanto, podremos vivir de una combinación de alquilar las habitaciones de mi casa, prescindir de cenar y desayunar y suplicar que el banco sea piadoso" (Katherine G. Duque de León, 19 años, Barcelona).

"¿La noticia de la semana es que el paro baja? ¿Y cuándo bajarán las ofertas de trabajo que piden que sepas cuatro idiomas pagándote 600 euros brutos?" (Elizabeth Porcuna, 42 años, Barcelona).

"Mi padre acaba de cumplir los 60 años, ya puede respirar tranquilo, por fin se jubila. Después de un ERE hace tres años en su empresa, ha estado dos años en el paro y uno subsistiendo con los 400 euros de ayuda para poder llegar a la jubilación dignamente. Después de más de 40 años trabajando sin parar y de ver lo que le correspondía de jubilación, se le ha venido el mundo encima" (Marta Nebot, 34 años, Castellón).

"Tengo 55 años, estoy en paro, cuido a mi madre que sufre una enfermedad mental, llevo años sin cobrar lo que me corresponde en concepto de cuidador según la ley de dependencia y antes de llegar a mediados de mes me desespero por la injusticia que comete quien decide lo que tenemos derecho a cobrar y permite los precios que debemos pagar" (Jesús Fernández, Barcelona).

"No todo tenían que ser malas noticias: dice el Gobierno que el paro ha bajado en más de 14.000 personas en el último mes. La noticia resulta aún más alentadora y esperanzadora si calculamos que a este ritmo tan solo tardaremos unos 70 meses, casi seis años, en reducir el número de parados en un millón de personas, con lo cual, y sin tener en cuenta la incorporación de las nuevas generaciones a la edad laboral, nos encontraremos con que en España tan solo habrá tres millones y medio de parados en el 2020" (Sergio Torres, Barcelona).

Tal y como indican las encuestas y las historias que se cuentan en la  conversación pública, los ciudadanos no coinciden con Rajoy -el autor de "los hilillos de plastilina", de "todo es falso salvo alguna cosa", de "Luis, sé fuerte"- en esto de que la crisis sea historia. Porque la crisis no será pasado hasta que sus secuelas también lo sean. Que el discurso político se haya convertido en tan solo propaganda, burda en muchas ocasiones, es uno de los grandes motores de la desafección política.