Dos miradas

Historia de un fotógrafo

JOSEP MARIA FONALLERAS

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El Jueves Santo un hombre se sentó ante el ordenador y escribió, para los amigos y allegados, una carta de despedida de su trabajo. En ella explicaba detalles de 32 años con una máquina de fotografiar colgada al cuello (los cumplirá mañana), anécdotas de un gran valor sentimental y humano, y aventuras que ha protagonizado, como más de 20 viajes a Bosnia para colaborar (reconstruyendo vidas y casas o aportando vacas para campesinos desolados), y para sentir de cerca el latido de los oprimidos, para luchar por la dignidad en forma de retratos excepcionales, de instantáneas conmovedoras. Este fotoperiodista del que les hablo, ahora con una enfermedad que le impide trabajar, puso en marcha una organización singular, Fotògrafs per la Pau, que ha pretendido (y lo ha conseguido) que, de la tarea de ilustradores de la realidad se desprenda un mensaje «a favor de un mundo un poco mejor».

Este hombre del que les hablo se llama Miquel Ruiz y es una persona excepcional a quien rindo un discreto homenaje. En la carta, dice: «He desenfocado, he aprendido a revelar, he quemado docenas de fotos, he hecho sufrir cuando esperaban para cerrar la edición, he hecho parar la rotativa. Espero que algunas fotos hayan servido para algo». Ruiz ha trabajado con objetivos humildes y ha conseguido hitos altísimos. El primero, ser fiel a una manera de ser y actuar. Con esta carta del Jueves Santo lo certifica una vez más.