El futuro del partido democristiano

La historia circular de Unió

Si Duran pierde la consulta interna de junio puede acabar como Anton Cañellas, el líder de 1977

ASTRID BARRIO

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Unió es el único partido político catalán, junto con ERC, fundado en los albores de la Segunda República que sobrevivió a la guerra civil, que mantuvo continuidad durante el franquismo y que a pesar de algunos fracasos sonoros ha logrado tener un papel relevante desde el restablecimiento de la democracia. Se trata de un partido nacido en un entorno muy específico y en un momento en el que los partidos se articulaban de un modo muy distinto a como lo hacen en la actualidad

Una de las explicaciones más habituales de cómo evolucionan los partidos es la que sostiene que están condicionados por sus características fundacionales. Así el modelo de organización adoptado, el tipo de dirigentes, los mecanismos de elección de los mismos y el papel de que juegan los afiliados depende en gran medida de las decisiones tomadas en los momentos iniciales. Los primeros estatutos de Unió establecieron un modelo de dirección colegiada con un rígido sistema de incompatibilidades que impedía a los cargos electos ser dirigentes orgánicos del partido lo que expresaba una decidida vocación de huir de los personalismos. A su vez se establecía que el máximo órgano del partido, el congreso, que es donde se decide quién dirigirá el partido y cuál será la línea política del mismo, tendría una periodicidad anual. Este modelo explica no solo por qué hasta los años 80 Unió tuvo grandes dificultades para consolidar un liderazgo, algo que resulta imprescindible en el marco de la política contemporánea dominada por los medios de comunicación de masas, sino también por qué estuvo dominada por la lucha faccional. 

Aunque es un hecho poco conocido, lo cierto es que ya durante las postrimerías del franquismo convivieron dos estructuras paralelas de UDC que discrepaban en torno a las relaciones con el resto de grupos de la oposición y que solo se unificaron con motivo de la fundación de CDC en 1974. Unió, muy celosa de su identidad, se mantuvo poco tiempo dentro de la primera Convergència y abandonó el proyecto no solo porque no quería disolverse y renunciar a su pedigrí sino porque defendía una política de alianzas distinta a la de CDC. Unió como partido demócrata cristiano formaba parte del Equipo Demócrata Cristiano del Estado Español, que, de acuerdo con las predicciones del profesor Linz , era el grupo político destinado a ocupar una lugar muy relevante en el futuro sistema de partidos español lo que explica que prefiriera emprender un camino en solitario. Pero el rotundo fracaso electoral en 1977 cuyo único diputado fue Anton Cañellas, la figura pública más relevante del partido, provocó un enfrentamiento entre ese último y la dirección orgánica del mismo, a cuya pertenencia había tenido que renunciar por imperativo estatutario. El conflicto se saldó con la salida de Cañellas, partidario convertir a Unió en el referente centrista en Catalunya, lo que favoreció el acuerdo de UDC con CDC, que daría lugar a CiU. Una operación que en gran medida constituyó su tabla de salvación.

Treinta años de CiU

Pero UDC, muy condicionada por su estructura organizativa siguió teniendo dificultades para conseguir estabilidad. La existencia de una dirección colegiada, la división entre cargos orgánicos y públicos aunque cada vez más matizada y la periodicidad de los congresos alentaron la lucha faccional hasta la consolidación de liderazgo de Josep Antoni Duran Lleida como presidente del Comité de Gobierno a mediados de los años 80. Como muy bien explica Òscar Barberà en su libro Unió Democrática de Catalunya (1931-2003), en gran parte Duran consiguió modificar el funcionamiento de Unió y emprendió las reformas necesarias para convertirlo en partido moderno y profesionalizado, ciertamente pequeño pero adaptado a las características de la competición del nuevo sistema democrático. Un sistema donde el número de miembros tiene una importancia relativa y aquello que cuenta es un tener un líder fuerte y consolidado.

La historia reciente de Unió y en gran medida la de sus éxitos, muy particularmente el haber sobrevivido a los reiterados intentos de fagocitación por parte de CDC se deben en gran medida al liderazgo –hiperliderazgo para algunos– de Duran. Y aunque la unidad en torno a él nunca ha sido monolítica, el proceso soberanista, que no olvidemos avanza en paralelo a su progresiva retirada, ha acrecentado una división interna que amenaza con volver a situar al partido en la casilla previa al largo paréntesis de su liderazgo. E incluso más atrás dependiendo de los resultados del proceso de participativo de junio en el que Unió ha de decidir su posición sobre el proceso. Si Duran pierde puede acabar como Cañellas. Mientras que lo quede de Unió deberá decidir si vuelve a abrazar a CDC. La cuestión es si esta vez podrá sobrevivir.