El turno

Hijos de un mundo que se ha extinguido

MARÇAL SINTES

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Las protestas que se reproducen en Catalunya y en toda España no son fáciles de interpretar. A grandes rasgos, diría que hay que distinguir entre los antisistema de siempre, aquellos a los que les enamora Barcelona, y el resto. El resto son ciudadanos que salen a la calle principalmente porque las cosas han cambiado y, además, muy bruscamente. Tanto en un grupo como en el otro hay muchos jóvenes -criados en una cultura y unos valores de una época de opulencia que se ha extinguido-, si bien es cierto que también encontramos personas de todas las edades. La gravedad de la situación económica y el hecho de que no sea éticamente aceptable ninguna otra postura que la solidaridad con los que sufren no debe conducirnos, sin embargo, a dar automáticamente la razón a los eslóganes de los que se manifiestan o acampan.

Por lo que se desprende de lo que dicen ellos y sus pancartas, la base ideológica de las protestas es un izquierdismo básico y bastante extremo que considera que el «sistema» (políticos, empresas, bancos, medios de comunicación, etcétera) no es otra cosa que una inmensa y maligna conspiración. Podemos detectar en la movilización ecos que van desde elNo a la guerrahasta los disturbios contra el Plan Bolonia, pasando por las concentraciones anti-PP. En cuanto a la cuestión del Estatut, la financiación o la causa de Catalu-nya en general, no parece que les quite mucho el sueño.

¿Cómo han reaccionado los partidos? En mi opinión, mal. Todos se han esforzado en acariciar el espíritu de la protesta y en hacer declaraciones amables e incluso cómplices. Alguien se ha apresurado a acudir a la plaza de Catalunya a hacerse la foto. Actuando así otorgan a los que protestan una centralidad que probablemente no tienen. Además, refuerzan el prejuicio según el cual los políticos un día dicen blanco y al otro dicen negro. Gente en la que no se puede confiar.