Dos miradas

Hienas y buitres

EMMA RIVEROLA

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«Nos dicen que no son una oenegé, que su trabajo es ganar dinero. Y se ríen. No son buitres. Son hienas porque se quedan con la carroña y encima se ríen». Con estas palabras, Arancha Mejías, presidenta de una asociación de afectados, describía a los responsables de la ola de desahucios en pisos sociales de Madrid. Para saldar la milmillonaria deuda heredada de Alberto Ruiz-Gallardón, la alcaldesa Ana Botella vendió las viviendas sociales de la ciudad a fondos buitre. Aseguró que los inquilinos ni se iban a enterar, pero los nuevos propietarios han utilizado las armas del mobbing inmobiliario para despejar sus pisos de esos vecinos tan poco rentables.

Esta crisis ha desnudado muchas vergüenzas. Ni siquiera hace falta recurrir a las metáforas para explicar la realidad. Esta se revela por sí sola y arroja tal cúmulo de símbolos que, si no fuera por los pellizcos de la miseria, todo parecería una ficción. Que la voracidad de los alcaldes del PP la estén pagando los inquilinos de las viviendas sociales parece el guion de una película que busca despertar las conciencias adormecidas. Pero es real, del mismo modo que también es innegable que el Madrid de las obras faraónicas ha aplastado los servicios públicos de la capital. Las hienas se ríen mientras devoran a los más débiles. Nuestra indiferencia es la salvaguarda de los poderosos. Por eso hay que seguir gritando. Hasta que huyan los buitres y las hienas dejen de reír.