#ouyeah

Hazte el amor

RISTO MEJIDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hazte el amor, receta para dos personas. Se toman un par de individuos, en adelante los amantes, que aquí consideraremos de distinto sexo, aunque si son del mismo sexo la receta quedará igual de bien. Lo importante no es eso, lo importante es que haya algo de atracción por ambas partes. Ni siquiera que se encuentren guapos o se necesiten o realmente se quieran. Si uno de los dos desearía no estar ahí, o estar con otro, o simplemente no se siente ni atractivo ni atraído, es preferible sustituirlo inmediatamente antes de que eche todo el plato a perder.

Se elige un buen entorno, entendiéndose como bueno cualquiera que vaya desde el aquí te pillo aquí te mato, hasta el picadero habitual. Es importante que se responda a las expectativas de exposición que más les ponga a los amantes, que básicamente son tres: privacidad absoluta, peligro inminente o escándalo público. Y es preferible estar de acuerdo de entrada con la elección, aunque lo ideal sería llegar a ese acuerdo sin ni siquiera haberlo acordado.

Se condimenta con algo de luz. La sensación lumínica idílica varía en función de los gustos. Yo prefiero que la luz ilumine, sí, pero que jamás nos llegue a denunciar. Y si os gusta veros por duplicado, hay que tener cerca espejos o cámaras. También se puede aderezar con algo de música, yo recomiendo en ese caso tener muy controlada la playlist, no vaya a ser que te entre un Fary o un Carlos Baute y te corte de golpe todo el rollo.

Se huele. Se huele todo el tiempo. Lo importante que es olerse durante todo el proceso. El olor corporal es al sexo lo que a la comida el sabor. Hay que ir probándose continuamente, ya que hay platos que, por muy buenos que estén, jamás te gustarán o que un día, de pronto, dejan de gustarte, o que te saturan o incluso que de pronto pueden empezar a provocarte alergias. Es todo una cuestión de feromonas. Y como animales que al final somos todos, aquí no hay nada que responda a la pura y fría racionalidad.

Y ahora, por fin, el arte de darse lo suyo entra en juego.

Porque llega el mundo de los preliminares, definido siempre por aproximación. Son esos últimos cinco centímetros antes de su piel. Retardar todo aquello que ambos deseáis que ocurra. Disfrutar del camino, hacerlo durar más que el destino. Hacer sufrir con la espera pero a base de bien. Calentar a fuego lento, lentísimo, casi marcando el tempo con cuentagotas. Cuando hayáis empezado a desprender algo de sudor, es el momento de pasar a la acción.

Y ahora sí. Se macera todo con una postura. Aquí no sólo va a gustos, sino también al estado de forma física y la dureza de ambos miembros. No es lo mismo optar por una vertical, que por una horizontal o por una postura mixta. La edad y los años que llevéis juntos acabarán haciendo el resto e incluso eligiendo por vosotros.

Se remueve bien, se bate, se mezcla y se deja haciendo chup chup. En cuanto al tiempo, de nuevo aquí va a gustos. Si lo dejas poco, seguro que te quedará crudo. Si te pasas, acabarás quemado. Al dente es un punto complicado, pero es ése en el que nada se pega y todo sabe mejor.

A partir de este momento hay amantes que se pierden porque acaban confundiendo ritmo con velocidad. No hay nada como saber sincronizarse con otro cuerpo y dejar que fluya lo que tenga que fluir. La sincronía, el sincopado, el contrapunto. Conceptos musicales que seguro que se inventaron para follar. Perdón, para hacer el amor, quería decir.

Sírvase todo acompañado de un buen orgasmo. Ese gran desconocido. A menudo sobrevalorado. Pero tan agradecido también. Pretender glosarlos todos sería tan complicado como tratar de clasificar las gotas de agua. Cada uno es un mundo. Y está bien que así sea. Porque nos convierte a todos en exploradores novatos cada vez. Aunque lo cierto es que un orgasmo no es nunca condición necesaria, pero sí suficiente.

Hasta aquí la receta, aparentemente sencilla y sólo para dos.

Si hay más de dos, añádanse ingredientes a gusto de los comensales.

Y si hay menos de dos, entonces ya no estaremos hablando de hacer el amor.

Sino de comprarlo hecho.