Hay que moverse, y rápido

BERNAT GASULLA

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Cuesta escribir de cualquier otra cosa cuando se han visto las imágenes del naufragio mortal de un grupo de refugiados sirios que iban de Turquía a la isla griega de Kos. Varios de los fallecidos eran niños. Los principales argumentos sobre el drama que está avergonzando a Europa ya están expuestos y el periodista corre el riesgo de repetirse. Pero, ¿qué quieren que les diga? La comparecencia de Mas por el 3% y/o la convocatoria electoral del 27-S, la desaceleración de la creación de empleo o el morboso fiasco del Madrid con De Gea parecen bromas en comparación con, y no son palabras de quien esto firma, la mayor crisis que vive Europa desde la segunda guerra mundial.

Con la crisis de los refugiados en las fronteras de la tan opulenta como decadente Europa se corre el mismo peligro que con otros muchos asuntos: las discusiones bizantinas. Nos hemos entretenido estos días intentando convencer a muchos (incluido el Gobierno que preside Mariano Rajoy) que no es lo mismo un refugiado que un inmigrante migrante (así, a secas, sin prefijo). Hay algún obtuso que se ha escandalizado por el hecho de que lleven móviles y se hagan selfis. Ya lo dijo en este diario el refugiado George Reginald, una de las víctimas de la kafkiana administración de las peticiones de asilos en España: «La gente suele asociar al refugiado con la pobreza, y hay mucho más que eso».

Puñetazo en la mesa

Y, ante esta sangrante realidad y la esclerótica respuesta de los gobiernos europeos, empieza a caber solo una respuesta. La lágrima que generan imágenes como la de un niño ahogado en un naufragio ya no basta. Hace falta más. Un puñetazo en la mesa y, de nuevo, movilizarse de abajo a arriba, que de eso ya empezamos a saber un poco.

Lo han hecho países como Islandia y numerosas ciudades españolas, en esta ocasión encabezadas por Barcelona. Es cierto que solo ahora descubrimos el drama de los refugiados y solo ahora caemos en la cuenta de que un millar de personas están pendientes de obtener el asilo, solo en Barcelona. Pero eso no debe servir de excusa. Hay que moverse, y rápido. Y depende en buena medida de nosotros.