Hay que hacer comprender al mundo

FRANCESC XAVIER CANALS

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Creo que los países de la comunidad internacional tienen un concepto de España que a menudo se basa en sus propios principios democráticos. Creen que España es un estado respetuoso para con sus naciones, pero nunca lo ha sido. Cuando España inició (nominalmente) la democracia en 1978, el pueblo de Catalunya abrigaba la esperanza de que el proceso democrático acabase resultando en un reconocimiento real de la nación catalana en el seno de España, pero desgraciadamente nunca ha sido así. El Estado español, apoyado por la "psique nacional", sigue insistiendo en que Catalunya y las otras naciones dentro de España se limiten a manifestar la cultura castellana con unas peculiaridades regionales añadidas, condescendientemente toleradas (y tiene rabietas, patalea y escarnece cuando desobedecen).

España sigue siendo sinónimo de Castilla en la mayoría de los sentidos; es un país gobernado por una casta oligárquica interesada y paternalista y un estado lerrouxista y jacobino que es intolerante hacia la plurinacionalidad. En el caso de Catalunya, España ha intentado y sigue intentado aniquilar, o al menos limitar, su identidad y cultura, y ha hecho todo lo posible para mantenerla subyugada. Siempre se ha hablado del "problema catalán" con referencia a la identidad propia de Catalunya. Sin rubor se alega, como si de una propiedad o colonia se tratara, que Catalunya pertenece a España y que por consiguiente los españoles fuera de Catalunya tienen derecho a imponerse a la voluntad de los catalanes; los detractores de la autodeterminación en Catalunya empuñan amenazadoramente la constitución española como un sable de guerra y repiten como loros que esta no contempla el derecho a la autodeterminación de los pueblos en el estado español (olvidando, muy convenientemente, que el Reino de España está suscrito al tratado de la ONU, que reconoce explícitamente el derecho a la autodeterminación de los pueblos); valga añadir que dicha constitución, que data de 1978, fue formulada, entre otros, por militares, y ratificó la instauración de una monarquía acaudillada por un Rey elegido a dedo por el mismísimo dictador Franco. Asimismo, la mayoría del electorado actual de Catalunya no votó la constitución, ya sea porque no tenía la edad para poder hacerlo o porque ni siquiera había nacido. Además, la única alternativa que tenían entonces aquellos votantes era la continuidad de un régimen totalitario.

La mayoría de españoles tienen claro que Catalunya es una nación, puesto que es fruto de una larga historia, así como una cultura, lengua e identidad propias; sin embargo, por circunstancias históricas, lleva casi tres siglos oprimida y supeditada en variantes grados a sucesivos gobiernos del reino o estado español, que han exhibido una reiterada deslealtad respecto a Catalunya, con múltiples agravios. Los nacionalistas españoles nos atacan con su tergiversada etiqueta de “nacionalistas catalanes” con el afán de proyectar un concepto falso de lo que la corriente independentista representa. La realidad es que Catalunya no es una nación étnica, sino una nación de lengua, cultura y convivencia, donde el catalán juega un papel determinante de integración y cohesión: hecho demostrado con gran éxito con la inmersión lingüística en las escuelas (que es avalada, además, por el Parlamento Europeo). El hecho es que es catalana toda persona con raíces en Catalunya, España o cualquier parte del mundo que vive y se asiente en Catalunya, ama y respeta su cultura, habla (o está aprendiendo a hablar) catalán, y que por supuesto desea lo mejor para su país: Catalunya; y sin embargo la maquinaria centralista española más rancia embiste cínicamente alegando lo contrario con fines desestabilizadores a fin de imponer su modelo de la España uniformizada, pese a quien le pese.

No olvidemos por qué nos encontramos en esta coyuntura. Han transcurrido tres décadas desde la llegada de la democracia, y los catalanes siguen frustrados con su relación persistentemente subyugada a España; el actual proceso de independencia en Catalunya es provocado por el brutal golpe que el Congreso de los Diputados arremete al Estatut de 2006 y por la sentencia del TC, que lo acaba de cercenar en 2010; asimismo, el PP desata una campaña masiva contra dicho Estatut que propaga catalanofobia en España y refuerza la sensación generalizada de que Catalunya ya no tiene cabida en un estado homogeneizador como el español. Esto cataliza un movimiento de base y transversal por la independencia, un deseo de que Catalunya sea "un país normal" en el mundo.

Actualmente, según el Centre d'Investigacions Sociològiques (CIS), más del 80% de los catalanes aspiran a votar para determinar su futuro, y la independencia de Catalunya es la opción mayoritaria. Las circunstancias nos brindan una oportunidad histórica para iniciar una regeneración democrática de la política y la administración y fomentar una sociedad más justa en nuestro país. No obstante, especialmente en los últimos años, el estado español ha comenzado una guerra sucia para desacreditar la Generalitat de Catalunya y manipular a los ciudadanos valiéndose del siniestro Centro Nacional de Inteligencia en conjunción con la caverna mediática, unos medios tendenciosos y corruptos cuyo fin es confundirnos, dividirnos y atemorizarnos con la intención de hacernos desistir de nuestros anhelos de independencia.

De varias maneras, los voluntarios de Help Catalonia bregamos para denunciar ante el mundo esta guerra silenciosa que el Reino de España está llevando a cabo contra el pueblo catalán. La democracia, el derecho internacional y el sentido común dictan que todos los catalanes tenemos el derecho legítimo a la autodeterminación. Esperemos que cuando llegue el momento en que votemos por la independencia y el estado español quiera aplastarnos (una vez más) por osar expresar nuestro legítimo derecho democrático, haya países que nos hayan comprendido, y que por consiguiente nos apoyen y nos ayuden a salvaguardar nuestra voluntad.