El proceso soberanista en Catalunya

No hay decisiones sin consecuencias

La secesión provocaría un colapso económico que convertiría esa crisis en una duradera gran depresión

FERRAN BRUNET

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Afortunadamente para la libertad y bienestar de los catalanes, la secesión de Catalunya es altamente improbable. El estudio Consecuencias económicas de una hipotética secesión que presentó la semana pasada Societat Civil Catalana advierte de los riesgos e incertidumbres en ese escenario, pero sobre todo pone de manifiesto las ventajas de que Catalunya siga integrada en España y en la Unión Europea.

Subrayemos que este tipo de estudios no es plato de gusto, ni por la materia -una secesión que carece de razones políticas y éticas, mientras el mundo tiende a la integración económica- ni por el método -la necesidad de cuantificar riesgos futuros y sobre todo incertidumbres, que por definición son un mar de incógnitas-. Ahora bien, a la vista de la extensión de la sentimentalidad y del pensamiento mágico independentista -Volem un país nou, fem un nou país d'Europa o vull un pais on la meva àvia arribi a fi de mes- introducir racionalidad y seny parece conveniente.

Este análisis toma en consideración los estudios de los procesos de separación habidos, particularmente en el este de Europa. Al interponer fronteras, introducir regulaciones e incrementarse los costes de transacción, el comercio entre el territorio secesionado y el resto del mundo se redujo, según los casos, entre un 40 y un 60%. Las deslocalizaciones y escisiones afectaron, según los casos, a entre el 20 y el 40% de todas las empresas, especialmente a las de mayor tamaño y capital extranjero. Según esos criterios y a otros imposibles de detallar aquí, hemos calculado que el comercio de Catalunya con el resto de España se reduciría en un 45 %, con el resto de la UE en un 25 % y con el resto del mundo en un 20%. De lo anterior se deduce una reducción del empleo en 447.000 trabajadores, el 16% de la ocupación catalana, por lo que la tasa de paro podría llegar al 34%, y el déficit de la Seguridad Social pasar de los actuales 2.700 a 5.500 millones anuales.

Dar una cifra precisa de impacto sobre el PIB es complejo, por lo que hemos previsto diversos escenarios, cuya posición media se estima en una pérdida del 15,4%. No hay que olvidar que ningún informe serio favorable a las tesis secesionistas contempla un aumento inicial del PIB. En nuestro estudio, la mengua consiguiente de la recaudación fiscal y la expansión del gasto público, por lo menos en la cuantía de las mayores prestaciones por desempleo, llevarían el déficit del supuesto nuevo Estado al 10,3 % del PIB y su deuda pública al 118% del PIB, lo que situaría a Catalunya entre los países más endeudados de Europa. Al estar fuera del eurosistema, la posibilidad de financiar semejantes déficits sería nula, por lo que serían ineludibles severos recortes en las partidas principales de gasto de la Generalitat (sanidad, educación y servicios sociales), justamente aquellas que son clave para el bienestar de los ciudadanos. En esta situación, la emisión de moneda propia sería ineludible.

Las consecuencias de una secesión serían especialmente relevantes para las entidades bancarias. Al salir Catalunya del eurosistema, la inestabilidad financiera y bursátil sería máxima. Fuera de España y de la eurozona, los depósitos bancarios caerían de modo muy significativo. Debemos tener en cuenta, además, que en la Catalunya actual, el crédito supera en un tercio a los depósitos. Es decir, que depósitos del resto de España y del Banco Central Europeo financian un tercio del crédito bancario catalán. Sin España y sin acceso al BCE, el crédito se reduciría extraordinariamente. Por otra parte podemos imaginar el impacto sobre el turismo, el aeropuerto, los fondos europeos, las titulaciones universitarias, la libre circulación de las personas...

En su conjunto, pues, la concatenación de las consecuencias de la secesión llevarían Catalunya al colapso económico. La crisis económica se convertiría en una duradera gran depresión. Muchos de los supuestos retenidos en este análisis son los menos negativos que se deducen de otros estudios. Y con todo, el panorama es necesariamente muy grave. La supuesta independencia colocaría a Catalunya al margen de las tendencias económicas decisivas, privándola de los dos bienes más preciados en el mundo contemporáneo: estabilidad y competividad.

Aunque la secesión es improbable, el desafío separatista, convertido en movimiento populista tiene y tendrá un coste grande. Es fruto de la fractura social y de la huida de las inversiones. Ha habido ya una fricción importante que puede ir para largo. Como consecuencia de todo ello, Catalunya sería menos libre y más pobre. Abreviar este trance y reducir el coste de la confrontación nos parece un objetivo sensato y que debe compartir la mayoría de los catalanes.