La clave

Hay carteristas en el tren

ALBERT SÁEZ

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Vas tranquilamente sentado en el metro y se dispara la megafonía: «Les informamos de que en este tren hay carteristas». Las mujeres agarran el bolso con más fuerza. Los hombres se llevan la mano a la cartera comprobando que no han sido víctimas. Se cruzan miradas inquietantes. ¿Quién de nosotros es el carterista? Todas y todos estamos bajo sospecha porque esa especie de Gran Hermano que todo lo ve y todo lo sabe ha dictado sentencia. Según parece, el protocolo se activa cuando un pasajero interpone una denuncia e inmediatamente se avisa al convoy del que ha bajado para advertir al resto del pasaje. ¿Se quedan los carteristas en el vagón una vez que han cometido una faena? No parece muy lógico, aunque tampoco lo es bajar con la víctima. Igual bajaron unas estaciones atrás.

¡Qué gran metáfora de las sociedad del riesgo! Siempre alguien cuidando de nosotros. Hemos pasado de los padres hiperprotectores a la sociedad hiperprotectora, de manera que podemos morir sin haber asumido ningún riesgo en primera persona. Sin ese aviso y sin los que suenan en los andenes regularmente, igual no recordaríamos las estadísticas de robos en el metro de Barcelona. De igual manera que sin paneles informativos perderíamos la referencia de los muertos en la carretera.

¿Prevención o exculpación?

¿Política de prevención o cláusula de exculpación impuesta por la compañía de seguros? Da igual. A nadie le dejarán de robar la cartera por un aviso como este. Pero a los que no se la roben habrán viajado más tranquilos, confortados por el cuidado que ha tenido la empresa con los pasajeros.

El miedo es un sentimiento imprescindible para sobrevivir, porque nos hace resistentes a la adversidad. El pánico nos hace vulnerables, porque nos deja en manos de quienes nos lo provocan. Durante siglos, el «temor de Dios» sirvió para domesticar a los europeos. Ahora el temor a «perderlo todo» nos hace igualmente sumisos. El poder, los poderes, utilizan ese miedo para proteger sus intereses. «Hay carteristas en el tren». Si le roban es cosa suya, y mientras, recele del vecino de asiento.