DEFENSORA DE LA IGUALDAD

Hasta romper las cadenas

Maravillas. Pedalear resultó ser un ejercicio vital para la emancipación de la mujer en el siglo XIX. Muchas niñas y mujeres necesitan ahora ese impulso para no ser analfabetas ni caer enfermas. Bicis para todas.

EVA PERUGA

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¡Cuántas veces nos gustaría decir que todo va sobre ruedas! Solo con dos, las de una bicicleta, las mujeres son capaces de hacer rodar su historia, la de la sociedad. Además, montar en bici es un placer.

«Ir en bicicleta ha hecho más por la emancipación de la mujer que cualquier otra cosa en el mundo. Da a las mujeres el sentimiento de libertad y autonomía. Doy gracias cada vez que veo a una mujer pedalear... La imagen de la feminidad libre y sin trabas». La sufragista norteamericana Susan B. Anthony explicó de esta manera cómo el vehículo engranó con la liberación de las norteamericanas y europeas a finales del siglo XIX. La cadena de la bici se llevó por delante también las pesadas y largas faldas, aguantadas con miriñaques, los sombreros imposibles y los corsés que ponían literalmente enfermas a las mujeres.

LA TAMBIÉN sufragista Amelia Bloomer dio nombre a los bloomers (unos bombachos), que fueron el estandarte de la lucha por el voto femenino. Los pantalones dejaron de ser en Occidente prenda exclusiva de los hombres. Y las señoras más atrevidas empezaron a pedalear adonde y cuando quisieron.

Dos siglos después, la lucha por la movilidad de las mujeres y el uso de la bicicleta como herramienta para romper el aislamiento de las niñas y las mujeres ya no dependen del dictamen de revistas científicas como sucedió entonces con la Scientific American. Si en el siglo XIX, el vehículo de dos ruedas fue decisivo para transformar las relaciones sociales entre los dos sexos, cambiando la imagen frágil que se daba de la mujer, en este XXI ya se puede apelar a la movilidad como un derecho humano más. Suceptible de ser reclamado. Sin él, las niñas y las mujeres se ven privadas de otros como la educación y la sanidad, además de quedar excluidas de cualquier actividad colectiva.

En pleno ejercicio occidental de mirarse el ombligo con el seguimiento al minuto del precio del petróleo o apañar caducas ingenierías financieras, el sencillo recurso a la bicicleta ofrece totales garantías de éxito, avaladas por números reales. Como estos. En el estado indio de Bihar, donde la renta per cápita es de 211 euros, se regaló bicicletas a las niñas que cumplían con un 80% de asistencia escolar y llegaban a la ESO. El resultado del programa, iniciado en el 2006, es espectacular: su absentismo escolar ha bajado de 2,5 millones a un millón. La matriculación de las niñas en la escuela se ha multiplicado por tres en cuatro años, de manera que ahora son más numerosas que los chicos en las aulas. Las familias ahorran en transporte y ellas siguen en el círculo educativo en un país en el que es habitual retirarlas pronto de él para forzarlas a un matrimonio arreglado.

En África, las mujeres emplean gran parte de su tiempo en ir a buscar agua, alimentos y utensilios para la familia. No solo pasan en esta tarea muchas horas, sino que el peso les provoca serios problemas de salud e incluso la muerte derivada de ellos. La situación se agrava con las niñas, apartadas de la educación también y sometidas a esfuerzos físicos no aptos para menores. La política de facilitar bicicletas no solo las ayuda a mejorar su vida, sino que, a través de ellas, se saca a las familias del aislamiento y se las acerca a los servicios y los recursos para luchar contra la pobreza.

TODO LO que puede hacer un vehículo se concreta en el poder que da moverse con libertad. A algunos como Hamás, por ejemplo, les asusta la modesta movilidad que da la bici y se la prohíben a las mujeres. Otros empiezan a descubrir que la movilidad en Occidente se relacionaba con la ocupación, el eje de la vida masculina, con lo que no computaban las cifras y las consiguientes políticas sobre la realidad femenina.

Mira que la solución es simple. Pero cuando se trata de cadenas...