LIBERTAD CONDICIONAL

Hamburguesas, porno y por qué no se te levanta

LUCÍA ETXEBARRIA

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Un estudio publicado en 'Behavioral Sciences' confirma, junto a muchos otros estudios sobre el tema, que la disfunción eréctil en los hombres jóvenes sexualmente activos ha ido en aumento durante los últimos años, a la par que ha crecido el consumo de pornografía por Internet.

De hecho, los investigadores han identificado la existencia de un tipo de disfunción eréctil «inducida por la pornografía», acompañada de una disminución del deseo.

Los humanos reaccionamos de forma muy parecida a los perros. Por estímulo-respuesta. Si yo te doy un plato de carne y tú tienes hambre, tú salivas. Pero si yo te doy una hamburguesa de Donalds King con potenciadores del sabor, azúcar, glutamato sódico y vete a saber qué más, una hamburguesa que en realidad no es carne o es carne de pésima calidad, tú salivas también, o más. Porque los aditivos hacen que la hamburguesa sea más sabrosa, en cierto modo, que la carne real. Si yo hago un anuncio de esa hamburguesa con muchos colores brillantes, música y payasos consigo que el niño no se quiera comer un filete de carne de ternera de primera calidad a 16 euros el kilo, pero se quiera comer una hamburguesa barata. Tampoco ahora los niños quieren comer verdura, o frutas, solo quieren comer alimentos procesados que ven en la tele, porque son bonitos, brillantes, divertidos. Es decir, hemos conseguido que no reaccionen al estímulo para el que naturalmente están programados.

Y es que en principio un niño que no haya visto la televisión jamás comerá fruta o verdura sin problemas, dado que está programado por la madre naturaleza para responder a un estímulo natural. Pero a ese niño que no ve televisión le costará comerse un alimento que no tenga aspecto natural, al contrario que al niño «civilizado». Por eso hay tantos anuncios de comida para niños que insisten en que llevan verdura «camuflada» porque «a los niños no les gustan las verduras». Eso es mentira. Fuera del mundo occidental, o antes de que existiera la tele, los niños comían verduras sin más problema. De hecho mi hija, cuando era un bebé, tenía pasión por los pimientos rojos y amarillos, porque a los bebés les gusta la comida de colores primarios: las fresas, las mandarinas, los plátanos, los pimientos... Todo lo que tenga colores brillantes.

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Así que con el porno sucede lo mismo. El hombre que ve porno se condiciona para que le excite un estímulo «hiperreal» (se llama así técnicamente), de forma que lo que llamamos «estímulo natural» ya no funciona. Y mientras siga viendo porno le va resultar enormemente complicado tener sexo en la vida real. Si intenta dejar de verlo y no puede, entonces debe acudir a un psicólogo clínico porque habría desarrollado una adicción. Es un caso muy común también, el porno es muy adictivo porque estimula canales neuronales.

El cerebro posee más 100.000 millones de neuronas. Para comunicarse entre ellas, estas células cerebrales usan mensajeros químicos. Uno de estos mensajeros es la dopamina, que se libera ante diversas recompensas: un abrazo, un beso, el consumo de drogas, el sexo. La erección depende de forma directa de que se libere este mensajero.

Así pues, cuando se visualiza pornografía, el cerebro libera grandes cantidades de dopamina. Pero si un hombre ve mucha pornografía, con el tiempo, la dopamina hace menos efecto en el cerebro, por lo que poco a poco la pornografía no tiene el mismo efecto: se necesita más, o de mayor intensidad. Y sucede que la dopamina liberada en la excitación sexual normal no tiene el suficiente efecto. Resultado: no habrá erección en un encuentro sexual, solo viendo porno. Ya lo predijo mi amado Guy Debord: «Todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación».

Porque el porno activa un circuito neuronal de recompensas, exactamente igual al que se activa en cualquier adicción. Y no es fácil dejar una adicción, sea la que sea, así, a pelo. Da igual que sea porno, porros, heroína, videojuegos, compras.

Bienvenido al mundo de las adicciones posmodernas. Donde la gente ya no ama, posee. Ya no folla, se masturba. Ya no come, devora. Donde los niños ya no quieren comer verduras y donde nos hemos olvidado de que no hay afrodisiaco como la ternura.