MIRADOR

Hacer de la consulta un ideal o un ídolo

Catalunya no es hoy un sujeto soberano al margen de las leyes españolas

En primer término y hacia la derecha, Jordi Turull (CiU), Marta Rovira y Lluís Salvadó (ERC), Maurici Lucena y Jaume Collboni (PSC), Lluís Sales y Quim Arrufat (CUP), y Joan Mena y Dolors Camats, en el Parlament, el pasado viernes.

En primer término y hacia la derecha, Jordi Turull (CiU), Marta Rovira y Lluís Salvadó (ERC), Maurici Lucena y Jaume Collboni (PSC), Lluís Sales y Quim Arrufat (CUP), y Joan Mena y Dolors Camats, en el Parlament, el pasado viernes. / ce/lf

JOAQUIM COLL

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Nos advertía el gran historiador del arteErnest H. Gombrich de que "los ideales pueden convertirse en ídolos si son elevados más allá del debate crítico". Bastante de esto hay en la polémica sobre ladeclaración soberanista que lleva días sumergiendo a los partidos en un debate algo esotérico para el público profano en la materia. Cuando el derecho a decidir se convierte, como pretenden ERC y CDC, en la afirmación solemne de que Catalunya es hoy un sujeto político y jurídico soberano al margen de la Constitución y el Estatut, el ideal se trasforma en ídolo. Y a los ídolos solo se le puede rendir culto o veneración, pues se sitúan al margen de la crítica y la realidad. Lo diré sin tapujos: Catalunya no es soberana desde tiempos medievales. No lo era antes del cacareado 1714, pese a los juegos malabares que algunos hacen entorno al concepto de soberanía. Lo fue brevemente durante la rebelión de 1641 contra el duque de Olivares, tan bien estudiada por el hispanistaJohn H. Elliot, quien, por cierto, en su autobiografía intelectual (Haciendo historia) nos advierte del riesgo de caer prisioneros de una historia fundamentada en el agravio y el ensimismamiento.

A todos nos encantaría reescribir la historia, pero no podemos confundir nuestros deseos con la realidad. Hemos de asumir la herencia del pasado. ¿Es legítimo rehacer la historia? Sí, siempre que sea por vías democráticas, legales y con amplías mayorías. Pero todo tiene un coste, y, si hablamos de secesión, me parece que no solo es demasiado elevado, sino innecesario e injustificado.

¿Significa esto que el ideal del derecho a decidir es solo un enunciado retórico? Pienso que no. La desafección catalana es real, existe. Pero de la misma forma que el malestar no puede soslayarse ni ridiculizarse, el soberanismo no puede imponer su agenda ni su semántica. Los catalanes podemos querer ser consultados, aunque no está claro exactamente sobre qué y cómo. Pero Catalunya no es hoy un sujeto soberano al margen de las leyes españolas, que también son las nuestras, tan legítimas y democráticas, en realidad bastante más, que un deseo sobrevenido por una serie de circunstancias políticas, frente a las cuales hay alternativas diversas, empezando por la reforma de la Constitución.

Por eso creo que la posición del PSC responde a un sensato sentido de realidad. Hace bien su portavoz parlamentario,Maurici Lucena, en diferenciar entre el deseo compartido por muchos de llevar a cabo una consulta del objetivo propiamente independentista que persiguen algunos. Y subrayar el despropósito que sería invocar unilateralmente la soberanía jurídica y política. Pues el Parlament transformaría el ideal democrático de zanjar el problema mediante una consulta/referendo en un ídolo que acabará dándose de bruces con la realidad.