La clave

Hablemos con ellos

La complicidad paternofilial no se impone por la fuerza ni se compra con sobornos; se teje laboriosamente día a día

ENRIC HERNÀNDEZ

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Para ser padre o madre, sin duda el cometido más trascendental de nuestra vida, no se exige titulación, carnet ni experiencia de ningún tipo. Que el prodigio de dar la vida esté al alcance de cualquiera no significa, sin embargo, que la paternidad sea una misión sencilla, puramente intuitiva. Con la misma severidad con que ayer juzgamos a nuestros progenitores examinamos hoy a nuestros vástagos, reservándonos la indulgencia para nuestra forma de educarlos y acompañarlos hasta la madurez.

A muchos padres, el terrible suceso protagonizado en un instituto de Barcelona por un chaval de 13 años, más allá de cuál fuera la afección que lo motivara, nos ha llevado esta semana a preguntarnos qué sabemos exactamente de nuestros hijos. Los reporteros Carlos Márquez Daniel y María Jesús Ibáñez han buscado las respuestas entre quienes pueden tenerlas: sociólogos, psicólogos, profesores y, por supuesto, los propios adolescentes, en tanto que guardianes de sus secretos. El concienzudo trabajo periodístico que nos sirven en estas páginas aporta muchas claves y testimonios, pero también abre interrogantes que a todos deberían hacernos reflexionar.

Pretendemos que se sinceren con nosotros mientras guardamos a buen reacaudo nuestras propias confidencias. En lugar de establecer con ellos un diálogo franco y cotidiano, los sometemos a interrogatorios tan intimidatorios como estériles. Les alertamos contra los perjuicios del tabaco que fumamos a sus espaldas. E incluso les afeamos que vivan una vida clandestina en el universo de su teléfono móvil al tiempo que, distraídamente, trasteamos con el nuestro. Predicamos a diario, pero pocas veces con el ejemplo.

Respeto a la intimidad

La complicidad paternofilial no se impone por la fuerza ni se compra con sobornos; se teje laboriosamente día a día, antes de que los pequeños tengan uso de razón y aun cuando creemos que la han perdido. La construcción de una personalidad, con sus anhelos y frustraciones, sus aciertos y sus errores, exige de los padres tanta atención como respeto a la intimidad. Solo hablando con ellos, y mucho, se puede hallar el justo equilibrio.